jueves, 23 de julio de 2009

Diagonales: Líneas que chocan en medio de una equis, que es el mundo

Un japonés se despanzurra las tripas con una espada samurái en medio del patio de comidas de un mall en el centro de Santiago. Un tipo recorre las calles en un taxi prestado y tiene “Smells like teen spirit” de Nirvana como ringtone en su celular. Cinco pasajeros quedan encerrados en un vagón del metro que saben les conduce a su última estación: la muerte.

Destellos de historias como éstos son los que dan vida a “Diagonales”, del joven narrador chileno Maori Pérez (1986), libro publicado en mayo bajo el sello de Editorial Cuarto Propio.

Más que una novela, el texto es una ruda pedrada que termina no acertando en blanco alguno, sino que desintegrándose en el aire y huyendo de cualquier centro como destino posible.

Postmoderna en su esencia –por ese ir y venir de los personajes y las perspectivas, por esa ausencia de héroes y por su cadencia pop-, la novela no se guarda todas las sorpresas y ya desde su breve primer capítulo advierte lo complejo-macabro de la cotidianidad que intentará develar:

1.

“-¿Adónde vas?
-Adonde todos van -responde el suicida-. Al mall. ¿Cuál es su problema?”.

Su problema serán las historias que se cruzan, los guiños a la música popular, el simulacro del cine, el harakiri inexplicable; las dos diagonales que arman el mundo, que es una letra, la X, la misma de la generación del grunge.

“Son todos artistas de su propia muerte. Son Juana de Arco en el dos mil. Jesucristo en la cruz. Kurt Cobain pegándose un tiro. Un profesor incendiándose frente a La Moneda”, les dice una voz por altoparlantes a los cinco pasajeros atrapados, tratando de convencerlos de que morir es lo correcto.

Entre ellos, Diego, el poeta, lee una novela de Agatha Christie con un título demasiado ad hoc (“Cita con la muerte”) y Maca, la muchacha pokemona, siente que ya no tiene tiempo “pa’ perrearle su reggaeton”.

También autor de dos libros de cuentos, Maori Pérez tiene en David Foster Wallace y Philip K. Dick a sus principales referentes literarios y se erige como una de las promesas de una nueva generación de narradores, esos que leyeron a Bolaño cuando todavía estaban en el colegio.


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