EN EL MUDO CORAZON DEL BOSQUE
Fresco el texto, recién retirado del Fondo de Cultura Económica; me meto a una taberna y de un trago largo e intenso me lo leo: En el Mudo Corazón del Bosque, de Jorge Teillier. Este libro póstumo, de poesías creadas en distintos años, incluso con un poema escrito por el autor a los 17 años; me acerca nuevamente a la intimidad del poeta y a mi propia interioridad.
Poemas que aquí aparecen como “Estación Sumergida”, “Conversación con Evtushenko”, “Cuartetos Imperfectos a Heidi Schmidlin” son de factura, por la sencillez y la sinfonía del mundo posicionado por el poeta, por la despreocupación en la construcción de los versos a favor de una frescura expresiva y por la niebla -que recorre toda la obra de Jorge Teillier- haciendo eterno a sencillos hechos: "como soplando las semillas de un cardo/ echaste a volar por la tierra tus palabras..."; y volviendo, además, cotidiano a lo histórico y a lo noticioso, como lo puede percibir la muchacha que espera ver una estrella desde la ventana de su pueblo.
La tradición es uno de dos paradigmas en que sustenta esta poesía. Lo lárico, es decir, la poesía que deviene de los ancestros tutelares, y no sólo de la ruralidad. Muchas veces Jorge Teillier tuvo que aclarar que la poesía lárica podía ser de la ciudad, de la montaña y del litoral. Por eso, prefiero el concepto ethós, porque expresa mejor la espiritualización de la vida. Incluso, el poeta consideraba el bar como un lar moderno, donde se comparte y se viaja como si éste fuera un barco y los parroquianos fueran sus tripulantes. La poesía del hogar y del coloquio tiene mucha informalidad. En esta poesía las cosas cobran vida: los bosques, los trenes y los aprecios. Lo extraordinario: hay una "puesta al día" de las honduras del pueblo, sin tensionar los versos y sin las piruetas culteranistas.
Lo local y lo pasado le determinan cierta atmósfera, inclusive en este poema escrito a los 17 años. Veo en lo perdido la verdadera sustancia de su poesía. Se refiere a lo que ya no vendrá, con cierta nostalgia y mucha niebla constituyente. La inconformidad le respira. Esta poesía es subterráneamente rebelde, tiende al encuentro de cosechas mejores. Por lo tanto, debajo de la lluvia y de los potreros abandonados se puede ver el verdadero optimismo del poeta por tiempos angélicos y frutosos.
El poder de la poesía chilena, como una armada bajando del océano del cielo, se verifica exitosamente aquí. No puedo dejar de sentir niebla por lo leído, pero también alegría por el canto original y tradicional de Jorge Teillier. Creo que esta poesía salvará, corregirá al decir de Seamus Heaney, a Chile de caer en una sociedad fáustica. El ethós diezmado casi no lo vemos, pero en la poesía del patriarca "silbando en el bosque" afortunadamente nos alumbra, como un lúcumo bailando florecido: prometiéndonos algo más que la muerte colgando de un segundo.
Arturo Volantines
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