domingo, 1 de marzo de 2009

Hacia una interpretación Lihn-güística de: Entre Caín y Abel

3/01/2009 11:42:00 p. m.

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El cuento entre Caín y Abel publicado en la colección La República Independiente de Miranda" editada por Sudamericana en el año 89 nos presenta como posible lectura, una historia o más bien un testimonio emanado del interior de una mente atiborrada, profusa y lúcidamente crítica cuyo discurso está compuesto por una serie de intertextos cruzados que procuran generar dentro de la unidad del relato, gracias a sus estrategias transtextuales, recursos polifónicos (multiplicidad de voces) e ironía, una condición de descreimiento, fragmentación, y desacralización del mito en general. En otras palabras, el autor, valiéndose del lenguaje busca desde la propia literatura y narrativa (dos de los mayores mitos humanos) combatir, la noción de totalidad, integración y autonomía idéntica a si misma, que todo texto pueda tener.

Para comprender esto de mejor manera, vale la pena señalar lo que Barthes entiende por intertexto:

La intertextualidad en la que está inserto todo texto, ya que él mismo es el entretexto de otro texto, no debe confundirse con ningún origen del texto: buscar las 'fuentes', las 'influencias' de una obra es satisfacer el mito de la filiación, las citas que forman un texto son anónimas, ilocalizables y, no obstante, ya leídas antes: son citas sin entrecomillado. (El susurro del lenguaje. "De la obra al texto")

Esta noción del teórico francés debemos relacionarla además con la concepción que en su teoría, tiene el sujeto, visto también como un texto, como realidad atravesada por una multiplicidad de discursos, los cuales se confrontarán en la interpretación, con las voces no menos disímiles que subyacen en el relato: (...) yo no es un sujeto inocente, anterior al texto, que lo use luego como un objeto por desmontar o un lugar por investir Ese 'yo' que se aproxima al texto es ya una pluralidad de otros textos, de códigos infinitos, o más exactamente perdidos (cuyo origen se pierde).

Esto sin duda afecta al fenómeno mismo de lectura-escritura, pues no estamos ante textos como códices irrestrictos y cerrados sino ante verdaderos mundos posibles y complejos que se actualizarán de acuerdo a un proceso que tiene una variedad de filtros y cristalizaciones, lo cual no es menor pues refuerza la tarea activa del lector y hace imposible apelar a un criterio tajante que por autoridad, sustente una mejor lectura o teoría. Barthes agrega al respecto que el valor de una lectura está por verse. Por su parte Lihn, como sujeto ultra-consciente, como intelectual que combate sus propios razonamientos y su rol como creador, debatiendo en sus páginas el proceso de escribir y asimismo el poder ambiguo y tantas veces reduccionista de la palabra. Se pregunta: ¿Cómo esta afecta su identidad y la de los otros?, ¿Cómo se desdobla su persona y cómo cada texto, poema o narración, en su calidad de ficción crónica testimonial, dialécticamente atrapa una porción de vida, un lugar, una imagen, y a su vez nos re-escribe, desterritorializa o diluye? Al respecto, Roberto Bolaño en un artículo titulado “Unas pocas palabras para Enrique Lihn” señaló sobre su compañero escritor y su voz; lo siguiente:

Esa voz, sin embargo, no sale del infierno, ni de las profecías milenaristas, ni siquiera de un ego profético, sino que es la voz del ciudadano ilustrado, un ciudadano que espera llegar a la modernidad o que es resignadamente moderno.

Enrique Lihn asume con integridad su condición de ser pensante, ello lo lleva a cuestionar hasta el hartazgo y con un pesimismo no de fatalidad, sino de urgente lucidez, su época, el mundo, su propia existencia; la realidad en su completa dimensión. Lihn es por antonomasia, un gran desmitificador. Ello lo ubica en una posición inusual en las letras de América y sobre todo en Chile, al punto que incluso hoy; resulta una figura de capital extrañeza frente al ordinario interés de los escribidores que ponderan como feudo seguro y sustentador de su formula, el exponer y destilar vivencias, lugares y personajes. Un imperar de tópicos y comunes asentamientos por encima de siquiera una ligerísima exploración e inmersión en los avatares del mismo acto creativo. Suerte de obsesión meta-literaria que en lo absoluto se sustrae de la vida de forma burguesa y auto contemplativa sino que por el contrario, somete al universo en su completitud, bajo una óptica cínica conjugando con hondura diseño, trama y diégesis en un verdadero desafió al lector y por sobre todo, como un reto para el creador y su quehacer cual último interprete y decodificador de lo que se entiende por verdad. Así lo demuestra el cuento “Entre Caín y Abel”, cruzando toda superficialidad y petrificación.

En el relato, Lihn alude no sólo a la historia clásica de fratricidio sino también a otras parábolas, narraciones interconectadas como la que atañe a la expulsión y exilio del paraíso. En concreto, al génesis y nacimiento posterior de la utopía, concepto platónico y símbolo de un lugar idílico que la mente humana enarbola desde la caída de Adán y Eva.

Vivo a empavorecida distancia de las ruinas del paraíso. Este se convirtió, obvio es decirlo, en el lugar que no hay.

El autor chileno se refiere al surgimiento del ideal, Arcadia que hasta el día de hoy, el hombre sostiene hacia aquel espacio que no existe, el no lugar que nos persigue en los más secretos anhelos y febriles delirios producto de la razón. Pues la causa directa y recriminada por el mismo narrador a sus padres, es la tentación sufrida por los llamados progenitores de la especie y que les condujo indefectiblemente a morder del árbol de la ciencia. En definitiva, la pérdida de la pureza en Adán y Eva; creó la “muerte” esa nada que tanto inquieta al autor, y a la cual suele robar ciertos secretos con su oficio de escritor, en cuanto a Caín, al atentar este contra su hermano dio sustento al crimen.

El primer párrafo del texto exalta literalmente estos correlatos del alejamiento de la gracia y perfección divina, de esta forma y apoyado en el título, la narración nos contextualiza nos remite a los mitos bíblicos: Desde que mis padres inventaron la muerte y yo el crimen, no ha pasado una eternidad: ha pasado, en poco tiempo, cientos de años Sin embargo, rápidamente Lihn da rienda a su juego de desmitificación al plantearnos la atmósfera en que verdaderamente discurre la historia y discurso de Caín, no cualquier Caín sino Caín González de la Sota cuyo espacio vital es propio de un hombre moderno, ligado en gran medida a los cuestionamientos de un intelectual errabundo y cosmopolita de paso por los Estados Unidos. La alusión a calles, universidades y el empleo de ciertos extranjerismos, nos remontan a la poesía que el autor presenta en A Partir de Manhattan y otros libros de su autoría como Pena de extrañamiento.

A la re-interpretación de los mitos hay que agregar, aún dentro de la esfera familiar del personaje, la relación afectiva que sostiene con sus progenitores, nexo que se orienta en un sentido Edípico. Lihn congrega un nuevo mito al erotizar la figura de la madre. Eva aparece como un idilio frustrado que se libra a través del amor carnal, autodestructivo e imposible frente a la imagen del padre que funge como símbolo estigmatizante y estigmatizado que remite a ausencia y degradación. Fácilmente se puede afirmar que los códigos propios de Lihn, poeta de paso, ultra-consciente y sumamente crítico, se suman a la condición de decadencia del personaje, con las desviaciones y requerimientos, que ha edificado en una personalidad a fin de enfrentar el esqueleto temático y motivos ulteriores que los antiguos relatos proveen.

De la especial ecuación emerge bajo una satírica mirada; la alusión a un sistema de vida degradado y autodestructivo: prostitutas, depresión, quiebra monetaria, vida disipada que en un sentido dionisiaco y en abierto contraste se entrelaza complementando aquellos parajes y momentos de la escritura, propios de los textos fundacionales.

(…) yo era un becario de la Universidad de Columbia. Aprendía el inglés, me distraía de mi desesperación frecuentando, con una Biblia en el bolsillo, los bares y prostíbulos, si así pueden llamarse a esas sucursales en el Village de Sodoma y Gomorra, en las cuales existe un margen de gratuidad, hasta de inocencia.

La oposición es evidente, Sodoma y Gomorra y lo que estos nombres comprenden connotativamente se mezcla con el estilo de vida de esta versión de Caín; sus costumbres y las calles perdidas y periféricas que recorre en la ciudad o en los extramuros del paraíso como declara para luego, tras aludir una vez más a la inocencia perdida, achacar a sus padres el jamás haber gozado de aquel espacio de sueño, pues él, es propio de una segunda generación, la de los exiliados.

(…)perdí ese misterio, ese espectáculo. Ella me habría impedido disfrutarlo, dócil a la voluntad (ahora rota o nula) del agonizante que me había arrojado a un exilio en segundo grado: no ya del Paraíso sino de sus extramuros. Y al trabajo.

Esta condición de víctima o producto del fin de todo esplendor lo hace formar parte consciente de una generación que vive asumiendo la razón como descreimiento. Una mente que analiza y está al tanto del fracaso que ha sufrido el proyecto ilustrado en todas sus aristas.

No hice mi master en Nueva York, perdí el doctorado, la Academia. Desistí, por quiebra moral, de los negocios: Importadora de Frutos Tropicales de Caín y Abel and Company. Me fui empobreciendo hasta la miseria, acepté el werfare. Envejezco de una manera ruin. No he publicado nunca un libro. Mis hijos no quieren saber nada de mí.

Con certeros ribetes postmodernos esta re-escritura que Lihn hace de Caín, revisa a través de un cínico discurrir el proyecto racionalista, la otra gran utopía, el sueño de Rosseau y su evidente caída.

Se supone que el arrepentimiento y la tentación me han enloquecido. Que mi existencia es un suicidio diferido y consumado a la vez, de día en día.

A fin de cerrar su discurso, el texto presenta dos afirmaciones que nos envuelven a todos como parte de la misma trágica broma, como parte intrínseca de un mundo en decadencia. Pese a cualquier tipo de evasión o negativa que pretendamos oponer, formamos parte del decurso de Caín, de su escritura de la realidad.

Es así pero de otra manera. En alguna parte soy una celebridad; he escrito libros que todos leen sin saberlo, impresos en el aire. Sin embargo bajo la misma premisa y antes de concluir, esta consciencia vuelve a la escritura señalando el proceso como un aliciente inevitable, destaca la atadura del lenguaje y la historia humana, frente a la indefinible y absurda locura de existir Me retiene en esta ciudad -la de mi ruina- contra el amor fulminante una elaborada forma de la muerte: el despreciable pero invicto decurso y discurso de la literatura.

Finalmente el relato sintetiza la intención de Lihn por contradecir el principio totalizador e integral de los proyectos y discursos de corte mítico estableciendo vasos comunicantes con uno de los maestros de la ironía intertexual y del palimpsesto a nivel universal, con la frase: A la manera de Borges.

Pues no por casualidad se alude en la historia al escritor argentino maestro del palimpsesto, Borges produce su literatura de modo hipertextual, como “una red potencialmente infinita de conexiones”. Según escribe Jaime Alazraki en su ensayo “El texto como palimpsesto. Lectura intertextual de Borges”, las obras de Borges funcionan como espejo que invierte o revierte historias ya contadas. Para Borges escribir es releer un texto anterior, es reescribirlo.

Las historias (hipotextos) que Lihn conecta y nos plantea desde otra óptica, no pierden su hondura, la profundidad del sentir que originalmente proponen, al contrario alcanzan nuevas cuotas gracias al hipertexto, el cual arroja nuevas luces, nuevas lecturas que amplían el sentido o en algunos casos lo restringen para conveniencia del creador y el diálogo y caminos a los que pretende orientar a su posible receptor. Volviendo a Borges, nos queda más clara la noción de re-escritura si observamos como señala, Mariel Ortolono la siguiente cita: En la prosa Los cuatro ciclos de El Oro de los tigres Borges afirma que la literatura narra eternamente las mismas cuatro historias: la historia de una guerra inútil_ la Ilíada_ , la historia de un regreso _la Odisea_ , la historia de una búsqueda condenada al fracaso_ la de Jasón y el Vellocino o la de los caballeros de Arturo que buscan el Grial en vano; por último, la historia del sacrificio de un dios_ Odín sacrificado a Odín; Cristo, sacrificado por los romanos, El mismo a Sí mismo, reflexiona Borges. El germen de todas las historias reside en esas cuatro historias y la literatura no hace más que re-contarlas, reformularlas, transmutar sus motivos, sus valores, pero, en esencia, siguen siendo las mismas.

En base al cuento de Lihn podemos plantear que el hombre en sus grandes discursos e historias, y en sus acciones orientadas por esos grandes mitos, aparece cautivo, entre Caín y Abel, entre la razón y la inocencia, descreído, absorto en el eterno retorno que todos los hijo de la razón, exiliados del paraíso cumplen al asesinar a su arquetipo fraterno de inocencia. Todos llamados a matar a su Abel al ser contaminados por el lenguaje y sus laberintos, por la conciencia y la re-escritura del mismo mal hasta el infinito. Como dice el narrador, estoy cautivo en… las murallas de adentro y de afuera (…) páginas de un libro de blasfemias que se escribe y reescribe como un palimpsesto, noche y noche.

Autor: Daniel Rojas Pachas

Publicado en:Revista Cinosargo



sábado, 28 de febrero de 2009

Cerramos nuestra edición de Febrero 2009 con 215 notas

2/28/2009 06:30:00 p. m.

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jueves, 26 de febrero de 2009

Trenzas por María Luisa Bombal

2/26/2009 11:53:00 p. m.

Trenzas María Luisa Bombal

Porque día tras día los orgullosos humanos que ahora somos tendemos a desprendemos de nuestro limbo inicial, es que las mujeres no cuidan ni aprecian ya de sus trenzas.
Positivas, ignoran al desprenderse de éstas, ponen atajo a las mágicas corrientes que brotan del corazón mismo de la Tierra.
Porque la cabellera de la mujer arranca desde lo más profundo y misterioso: desde allí donde nace y tiembla la primera burbuja; que es desde allí que se desenvuelve, lucha y crece entre muchas y enmarañadas fuerzas, hasta la superficie de lo vegetal,del aire y hasta las frentes privilegiadas que ella eligiera.
¡Las oscuras y lustrosas trenzas de Isolde, princesa de Irlanda, no absorbieron acaso esa primera burbuja en tanto sus labios bebieran la primera gota de aquel filtro encantado!
¿No fue acaso a lo largo de esas trenzas que las raíces de aquel filtro escurriéronse veloces hacía su humano destino? Porque quién ha de dudar jamás de que cabellera alguna gozara de tal rumor de fuentes subterráneas, de un tal suspirar de brisas y de hojas. Rumor y suspirar que en esas noches suyas de amor y luna Tristán destrenzaba a fin de escuchar extasiado el canto lejano, persistente y secreto.... el canto natural de aquella cabellera.
y sé, y debo decirlo, que hasta cuando Isolde dormía, su cabellera seguía alentando entreabierta, ya sea en la almohada del castillo de Tintajel, ya sea en los trigos del destierro..., y florecía de flores extrañas que ella arrancara atemorizada a cada amanecer.

Y las rubias trenzas de Melisanda, más largas que su mismo cuerpo delicado.
Trenzas que al inclinarse prudentes un atardecer de otoño, descolgáronse torreón abajo, sobre los hombros fuertes del propio hermano del rey..., su marido.
Melisanda, grita Pelleas espantado. Luego, estremecido y dejando por fin hablar su corazón... Melisanda, murmura..., tus trenzas, tus trenzas que al fin puedo tocar, besar, envolverme en ellas.
Por respuesta, sólo un suspiro desde lo alto del torreón. Las trenzas habían ya confesado sin saberlo esa -verdad tímida y ardiente, que su dueña llevaba tan bien escondida dentro de su corazón.
¡Y por qué no recordar ahora las trenzas de nuestra dulce María, de Jorge Isaacs! Trenzas segadas y envueltas en el delantal azul con que ella regara su pequeño rincón de jardín.
Trenzas picoteadas de mariposas secas y de recuerdos con las que Efraín durmiera bajo la almohada su larga noche de congoja.
Trenzas muertas, aunque testamento vivo que lo obligara a seguir viviendo, aunque más no fuera para recordarla.

La octava mujer de Barba Azul... ¿La habéis olvidado? Y de cómo su extravagante y severo marido al emprender inesperado viaje copiara a su traviesa esposa las llaves de acceso a todas las estancias de la suntuosa y vasta mansión, salvo prohibiéndole hacer uso de aquella diminuta y mohosa que llevara a la última pieza de un abandonado y desalfombrado corredor.
De más está explicar que durante esa bien venida ausencia marital, en medio de tanta diversión, amigas reidoras y airosos festejantes, el juego que más la intrigara y tentara, fuera el único juego prohibido. El de introducir en la correspondiente cerradura la misteriosa llavecilla de aquel íntimo cuarto abandonado.
Muy sabido es que tanto en las mujeres como en los gatos, la curiosidad siempre triunfó sobre toda otra pasión. Así, pues, cuando al regreso intempestivo de su amo y señor, la esposa desobediente hubo de hacerle temblorosa entrega del manojo de llaves, entre éstas, aunque maliciosamente disimulada, el temible caballero la descubrió no sólo mohosa..., sino además tinta en sangre.
-Vos, señora, me habéis traicionado -rugió-; no le queda otro destino que ir a reunirse con sus tristes amigas al final del corredor.
Dicho esto, desenvainó su espada...
¿Y a qué viene este cuento que conocemos desde nuestra más tierna infancia, se están preguntando ustedes? En nada tiene que ver con trenza alguna...
-¡Sí que la tiene! -respondo con fuerza-. No comprenden ustedes que no fue la pequeñísima tregua que el indignado marido concediera a su inconsciente esposa, a fin de que orara por última vez; ni tampoco fueran los ayes ni llamados que Ana aterrorizada lanzara desde la torre pidiendo auxilio, para su hermana.
Y ni siquiera el cabalgar desaforado y caprichoso que en esos momentos dos guerreros emprendían de visita hacia el castillo.
No, nada de todo aquello fue lo que la salvara.
Fueron sus trenzas y nada más que sus complicadamente peinadas en ciento y más sedosas y caprichosas culebras, las que cuando el implacable marido la echara brutalmente a sus pies, a fin de cumplir su cometido, las que frenaron y entrabaron sus dedos criminales, enrredándose a sí mismo en desesperada madeja a lo largo del filo de su espada, obstinándose en proteger esa nuca delicada hasta la irrupción providencial de los dos dichos guerreros, también hermanos muy queridos, previamente invitados por nuestra pobre curiosa.
Así, pues, no en vano durante dieciocho inocentes y alegres abriles, esa muchacha que fuera luego la insensata castellana y última mujer de Barba Azul, cepillara cantando ésa su cabellera, comunicándole vigor y hermosura.
"Era muy pálida, así como las mujeres que tienen la cabellera muy larga, describe Balzac a una de sus enigmáticas heroínas.
Y no era un capricho verbal.
Porque Balzac hubo sin duda alguna de intuir desde siempre esa correspondencia íntima que suele establecerse entre los seres y el hondo misterio de la Tierra.
Y aquí estoy para comprobar e ilustrar esa afición suya con el extraño acontecimiento presenciado y vivido no muchos años ha, por tantos de nosotros.
¡A qué dar nombres ni lugares! Quienes lo conocen, lo saben; los demás, bien pueden adivinarlos.

Dos hermanas.
Final de una larga, brillante, poderosa familia, aunque siempre acosada por escondidas pasiones, muertes inesperadas, suicidios.
La hermana mayor, marchita ya desde muy joven, recortase el pelo, vistió poncho de vicuña, y a pesar de las afligidas protestas de sus mundanos padres, retiróse al inmenso fundo del sur, que ella misma se dedicara a administrar con mano de hierro. Los campesinos refinados no tardaron en llamarla la Amazona. Era terca pero justa. Fea pero de porte atrayente y sonrisa generosa. Solterona... nadie sabe por que.
La menor, por el contrario, era viuda por su propia voluntad de mujer herida en el orgullo de su corazón. Era bella en extremo, aunque igualmente frágil de salud.
También ella vivía sola, pero en la antigua mansión de la familia en la ciudad. Tenía una voz suave, ojos castaños tranquilos, pero la trenza roja que apretaba en peinado alrededor de su pequeña cabeza, arrojaba violentos fulgores sobre su tez pálida.
Sí. era una mujer dulce y terrible. Se enamoraba y amaba perdidamente.
Todo empezó en el fundo esa noche de otoño, en la cual el guardabosque bajara a la hondonada gritando: "¡Incendio! "
Hacía rato, sin embargo, que con la frente pegada a los cristales de su ventana, la Amazona observaba intrigada, aquel precoz purpúreo amanecer, despuntando allá arriba, dentro de los cerros de la propiedad..., con su calma de siempre dio órdenes al personal de las casas, pidió su caballo y se encaminó hacia el incendio, en compañía de sus mayordomos.
Entretanto, en la ciudad, la hermana menor, de vuelta de un baile, yacía sobre la alfombra del salón, presa de un súbito desmayo.
Sus festejantes dos, sus servidores dormidos y ella por primera vez sumergida, abandonada en la sombra de los candelabros que hubiera empezado a apagar. Cual si mal cómplice, aquella ráfaga de viento helado, ahora soplando y estremeciendo los cortinajes de los altos balcones, entreabriéndolos para ir a instalarse sobre la frente, hombros y pechos descubiertos de la indefensa.
En el fundo del sur la Amazona y su séquito ascendían cuestas, adentrándose en el bosque y sus incendios. Otro soplo, éste ardiente y acre, barría en contra de ellos bandadas de hojas chamuscadas, de pájaros enceguecidos y de nidos inflamados.
Sabiéndose vencida de antemano. ¡Quién lograría y de qué manera retener la furia de esa llamarada!
La Amazona permanecía sentada en el tronco de un árbol muerto y caído ha muchos años, resignada estoicamente al espectáculo de la catástrofe, con la tétrica dignidad con que un magnate ultrajado asiste al saqueo y destrucción de sus bienes.
El bosque ardía sin ruido, y ante la Amazona impasible los árboles caían uno a uno silenciosamente y ella contemplaba como en sueño encenderse, enegrecerse y desmoronarse galería por galería las columnas silvestres de aquella catedral familiar..., pemitiéndose recordar, pensar y sufrir por primera vez...
Ese enorme avellano consumiéndose..., ¿no era bajo su avalancha de secos frutos que sus hermanos y niñeras se reunían para saborear el picnic codiciado?
Y tras aquel gigantesco tronco..., árbol cuyo nombre olvido, venía a esconderse después de sus fechorías..., y aquellas pobrecitas callampas temblorosas, que bajo el cedro arrancaran u hollaran sin piedad..., y aquel eucalipto del que se abrazara -jovencita- llorando estúpidamente al comprender y sentir la desilusión primera, esa pena que no confesó nunca, esa pena que la incitara a cortarse el pelo, convertirse en la Amazona y resolverse a no amar de amor nunca..., nunca...
Allá en la ciudad despuntaba el alba, sobre la alfombra del cuerpo inerte de la hermana -la que se atrevió siempre a amar-, hundiéndose por leves espasmos en aquello que llaman la muerte..., pero como nadie sabía, no se encontró a nadie que pudiera intervenir a tiempo para rescatar a esa roja trenza que persistía aún tras su loca noche de baile.
Y de pronto, allá abajo en el fundo, fue el derrumbe final, el éxodo de los valerosos caballos que volvían con el pelaje y crines erizados, salvando ellos a sus jinetes semiasfixiados.
Del manso bosque en ruinas empezaron a brotar enormes lenguas de humo, tantas y tan derechas como árboles se habían erguido en el mismo sitio.
Durante un breve instante, aquel fantasma de bosque osciló y vivió frente a su dueña y servidores que lloraban. Ella no.
Luego escombros, cenizas y silencio.
Cuando en la ciudad vinieron a cerrar los balcones y levantaron a la muy frágil para extenderla sobre el lecho, tratando vanamente de reanimarla, de abrigarla, ya era tarde.
El médico aseguró que había agonizado la noche entera.
Pero el bosque hubo de agonizar y morir junto con ella y su cabellera, cuyas raíces eran las mismas.
Las verdes enredaderas que se enroscan a los árboles, las dulces algas a sus rocas, son cabelleras desmadejadas, son la palabra, el venir y aletear de la naturaleza; son su alegría y melancolía, son su expresión por medio de la cual la naturaleza infiltra confusamente su magia y saber a los seres.
Y es por eso que las mujeres de ahora al desprenderse de sus trenzas han perdido su fuerza adivina y no tienen premoniciones ni goces absurdos ni poder magnético.
Y sus sueños no son ahora sino una triste marca que trae y retrae imágenes cansadas o alguna que otra doméstica pesadilla.




miércoles, 25 de febrero de 2009

POEMAS DE GLADYS GONZÁLEZ: GRAN AVENIDA

2/25/2009 04:49:00 p. m.

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Acusamos recibo de la obra GRAN AVENIDA de la escritora Gladys González, de esta, presentamos una selección.



GRAN AVENIDA

GLADYS GONZÁLEZ



"Los seres buenos se hacen mejores con el dolor;
los malos nos hacemos peores."
Gabriela Mistral



I

Paraderos




Paraíso


Aquí no hay glamour
ni bares franceses para escritores

sólo rotiserías con cabezas de cerdo
zapatos de segunda
cajas de clavos. martillos. alambres y sierras
guerras entre carnicerías vecinas y asados pobres

este no es el paraíso ni el anteparaíso



El territorio del corazón



Bajaba del colectivo
y miraba tu calle
desde Gran Avenida
hasta Santa Rosa
caminaba
alrededor de tu casa
marcando el territorio del corazón
como un perro

te esperaba
en las escaleras del metro
por si ibas a trabajar
en la mañana
o si regresabas
para almorzar
después
vino la noche
y Aretha Franklin
el ron con cocacola
y el whisky en los bares
las llamadas telefónicas
entre fiesta y fiesta
los viajes en taxi en la madrugada
para ir a buscarte borracho
a los paraderos

vinieron el descontrol
los baños públicos
las peleas
las esposas y las antiguas amantes
el viaje a Argentina
los perros muertos
los almuerzos en el mercado
y los poemas

todas las noches
te busco
sentada en las cunetas
donde vas a beber
te espero en el bar
hasta que se hace de día
y apareces
con un librito
en la gabardina
un librito
en el que está dibujado
mi corazón



Barquitos de papel


Veo la pobreza de mi barrio
las calles inundadas
llenas de barquitos de papel
que los niños recortan

Veo la pobreza de mi barrio
barquitos de papel
naufragando como lucecitas
en el barro



Me dice

Me dice que escribía en boletas
y papelitos de cigarros
mientras ella
se iba al baño
a mirarlo por la ventana

Me dice que ella es su muerte
y que no quiere morir todavía
porque la muerte
es mujer fatal

Me dice que ella es su crisantemo
y le recita haikus
en el cerro San Cristóbal
mientras los animales
se vuelven histéricos con la lluvia

Él recoge las mejores cartas
y las guarda en su libro de budismo
recitando mal a Girondo
mientras ella
se aleja
con sus senos de magnolia
volando
sobre la ciudad


La chica más linda



La chica más linda de la fiesta
tiene una bolsa plástica en la cabeza
marcas de tinta en los dedos
sus huellas digitales
en toda la ciudad




Un paradero



En Gran Avenida
hay un paradero
y una chica
que lo habita

su corazón está oxidado
como las vigas de metal
que sostienen la estructura
por tantas historias
tatuadas en forma violenta
sobre la superficie

en Gran Avenida
hay un paradero
aún más triste
y una chica que lo habita

un paradero que ha visto todo
y que se convierte
en el esperadero silencioso
de la persistencia



Cicatriz



El lado salvaje del amor,
muchacho,
me lo llevo
en este último viaje
junto a un toque de morfina
y con la sensación
de ser una eterna cicatriz
que vaga por la ciudad



Taxi


Tú y yo
en un taxi
mudos

cada uno en un extremo
el pelo mojado
y el viento
entrando por la ventana
esparciendo las cenizas del cigarrillo

mudos
sin excusas
para dejar
de volver a hacerlo



Doméstica




Esta primavera
he comenzado a hacer mi cama
todas las mañanas
después de levantarme

Busco domesticarme con pequeños rituales
lavar platos
pagar cuentas
hacer el desayuno
............. almuerzo
............. once
............. y cena

Busco la manera perfecta
de arreglar mi cabello
y de hacer aeróbicos
en el gimnasio

todo

para verte desde lejos
y engañarme
con que mi vida
ya no se escribe
hacia abajo
que ya no es
un verso largo
y menos un poema




"Pero yo sé guardar y usar lo triste y lo barato
en el mismo bolsillo donde llevo esta vida
que ilustrará las biografías."

Julio Cortázar






II

El tatuaje de la última batalla




Pavimento



Toda yo alambrada
recogida por los muslos
la carne floreciendo por las púas
la planta de los pies deshaciéndose
y sellando la tragedia en el pavimento
como una marca de sol




Pedacitos de muerte



Esta noche
no intercambiamos jeringas
ni besos
nos declaramos la intensidad en el rostro
nos guardamos la sangre salvaje
para no contagiarnos desde el amor





Estampada



Sigo estampada
como un pedazo de género barato
como un muestrario de dolores
que se vende apilado
al aire libre
recordando las historias
que han pasado por esta tela
los dedos que han delineado
cada figura del grabado

tomo las tijeras
saco trozos para pegarlos en mi libreta
intercalo las palabras
con el tejido
para coser vestidos
tengo vestidos de calle
tengo vestidos de fiesta
tengo vestidos de cama
tengo vestidos
estampados en batallas
que no se han terminado de escribir




Lamiendo las paredes



Camino en las noches
por mi departamento
lamiendo las paredes
para sentir el sabor de la violencia
que dejaste la última vez
masturbándome despacio
sin placer
con el corazón amarrado
a un costado
por el desprecio


Publicado originalmente en Revista Cinosargo