El cuento entre Caín y Abel publicado en la colección La República Independiente de Miranda" editada por Sudamericana en el año 89 nos presenta como posible lectura, una historia o más bien un testimonio emanado del interior de una mente atiborrada, profusa y lúcidamente crítica cuyo discurso está compuesto por una serie de intertextos cruzados que procuran generar dentro de la unidad del relato, gracias a sus estrategias transtextuales, recursos polifónicos (multiplicidad de voces) e ironía, una condición de descreimiento, fragmentación, y desacralización del mito en general. En otras palabras, el autor, valiéndose del lenguaje busca desde la propia literatura y narrativa (dos de los mayores mitos humanos) combatir, la noción de totalidad, integración y autonomía idéntica a si misma, que todo texto pueda tener.
Para comprender esto de mejor manera, vale la pena señalar lo que Barthes entiende por intertexto:
La intertextualidad en la que está inserto todo texto, ya que él mismo es el entretexto de otro texto, no debe confundirse con ningún origen del texto: buscar las 'fuentes', las 'influencias' de una obra es satisfacer el mito de la filiación, las citas que forman un texto son anónimas, ilocalizables y, no obstante, ya leídas antes: son citas sin entrecomillado. (El susurro del lenguaje. "De la obra al texto")
Esta noción del teórico francés debemos relacionarla además con la concepción que en su teoría, tiene el sujeto, visto también como un texto, como realidad atravesada por una multiplicidad de discursos, los cuales se confrontarán en la interpretación, con las voces no menos disímiles que subyacen en el relato: (...) yo no es un sujeto inocente, anterior al texto, que lo use luego como un objeto por desmontar o un lugar por investir Ese 'yo' que se aproxima al texto es ya una pluralidad de otros textos, de códigos infinitos, o más exactamente perdidos (cuyo origen se pierde).
Esto sin duda afecta al fenómeno mismo de lectura-escritura, pues no estamos ante textos como códices irrestrictos y cerrados sino ante verdaderos mundos posibles y complejos que se actualizarán de acuerdo a un proceso que tiene una variedad de filtros y cristalizaciones, lo cual no es menor pues refuerza la tarea activa del lector y hace imposible apelar a un criterio tajante que por autoridad, sustente una mejor lectura o teoría. Barthes agrega al respecto que el valor de una lectura está por verse. Por su parte Lihn, como sujeto ultra-consciente, como intelectual que combate sus propios razonamientos y su rol como creador, debatiendo en sus páginas el proceso de escribir y asimismo el poder ambiguo y tantas veces reduccionista de la palabra. Se pregunta: ¿Cómo esta afecta su identidad y la de los otros?, ¿Cómo se desdobla su persona y cómo cada texto, poema o narración, en su calidad de ficción crónica testimonial, dialécticamente atrapa una porción de vida, un lugar, una imagen, y a su vez nos re-escribe, desterritorializa o diluye? Al respecto, Roberto Bolaño en un artículo titulado “Unas pocas palabras para Enrique Lihn” señaló sobre su compañero escritor y su voz; lo siguiente:
Esa voz, sin embargo, no sale del infierno, ni de las profecías milenaristas, ni siquiera de un ego profético, sino que es la voz del ciudadano ilustrado, un ciudadano que espera llegar a la modernidad o que es resignadamente moderno.
Enrique Lihn asume con integridad su condición de ser pensante, ello lo lleva a cuestionar hasta el hartazgo y con un pesimismo no de fatalidad, sino de urgente lucidez, su época, el mundo, su propia existencia; la realidad en su completa dimensión. Lihn es por antonomasia, un gran desmitificador. Ello lo ubica en una posición inusual en las letras de América y sobre todo en Chile, al punto que incluso hoy; resulta una figura de capital extrañeza frente al ordinario interés de los escribidores que ponderan como feudo seguro y sustentador de su formula, el exponer y destilar vivencias, lugares y personajes. Un imperar de tópicos y comunes asentamientos por encima de siquiera una ligerísima exploración e inmersión en los avatares del mismo acto creativo. Suerte de obsesión meta-literaria que en lo absoluto se sustrae de la vida de forma burguesa y auto contemplativa sino que por el contrario, somete al universo en su completitud, bajo una óptica cínica conjugando con hondura diseño, trama y diégesis en un verdadero desafió al lector y por sobre todo, como un reto para el creador y su quehacer cual último interprete y decodificador de lo que se entiende por verdad. Así lo demuestra el cuento “Entre Caín y Abel”, cruzando toda superficialidad y petrificación.
En el relato, Lihn alude no sólo a la historia clásica de fratricidio sino también a otras parábolas, narraciones interconectadas como la que atañe a la expulsión y exilio del paraíso. En concreto, al génesis y nacimiento posterior de la utopía, concepto platónico y símbolo de un lugar idílico que la mente humana enarbola desde la caída de Adán y Eva.
Vivo a empavorecida distancia de las ruinas del paraíso. Este se convirtió, obvio es decirlo, en el lugar que no hay.
El autor chileno se refiere al surgimiento del ideal, Arcadia que hasta el día de hoy, el hombre sostiene hacia aquel espacio que no existe, el no lugar que nos persigue en los más secretos anhelos y febriles delirios producto de la razón. Pues la causa directa y recriminada por el mismo narrador a sus padres, es la tentación sufrida por los llamados progenitores de la especie y que les condujo indefectiblemente a morder del árbol de la ciencia. En definitiva, la pérdida de la pureza en Adán y Eva; creó la “muerte” esa nada que tanto inquieta al autor, y a la cual suele robar ciertos secretos con su oficio de escritor, en cuanto a Caín, al atentar este contra su hermano dio sustento al crimen.
El primer párrafo del texto exalta literalmente estos correlatos del alejamiento de la gracia y perfección divina, de esta forma y apoyado en el título, la narración nos contextualiza nos remite a los mitos bíblicos: Desde que mis padres inventaron la muerte y yo el crimen, no ha pasado una eternidad: ha pasado, en poco tiempo, cientos de años Sin embargo, rápidamente Lihn da rienda a su juego de desmitificación al plantearnos la atmósfera en que verdaderamente discurre la historia y discurso de Caín, no cualquier Caín sino Caín González de la Sota cuyo espacio vital es propio de un hombre moderno, ligado en gran medida a los cuestionamientos de un intelectual errabundo y cosmopolita de paso por los Estados Unidos. La alusión a calles, universidades y el empleo de ciertos extranjerismos, nos remontan a la poesía que el autor presenta en A Partir de Manhattan y otros libros de su autoría como Pena de extrañamiento.
A la re-interpretación de los mitos hay que agregar, aún dentro de la esfera familiar del personaje, la relación afectiva que sostiene con sus progenitores, nexo que se orienta en un sentido Edípico. Lihn congrega un nuevo mito al erotizar la figura de la madre. Eva aparece como un idilio frustrado que se libra a través del amor carnal, autodestructivo e imposible frente a la imagen del padre que funge como símbolo estigmatizante y estigmatizado que remite a ausencia y degradación. Fácilmente se puede afirmar que los códigos propios de Lihn, poeta de paso, ultra-consciente y sumamente crítico, se suman a la condición de decadencia del personaje, con las desviaciones y requerimientos, que ha edificado en una personalidad a fin de enfrentar el esqueleto temático y motivos ulteriores que los antiguos relatos proveen.
De la especial ecuación emerge bajo una satírica mirada; la alusión a un sistema de vida degradado y autodestructivo: prostitutas, depresión, quiebra monetaria, vida disipada que en un sentido dionisiaco y en abierto contraste se entrelaza complementando aquellos parajes y momentos de la escritura, propios de los textos fundacionales.
(…) yo era un becario de la Universidad de Columbia. Aprendía el inglés, me distraía de mi desesperación frecuentando, con una Biblia en el bolsillo, los bares y prostíbulos, si así pueden llamarse a esas sucursales en el Village de Sodoma y Gomorra, en las cuales existe un margen de gratuidad, hasta de inocencia.
La oposición es evidente, Sodoma y Gomorra y lo que estos nombres comprenden connotativamente se mezcla con el estilo de vida de esta versión de Caín; sus costumbres y las calles perdidas y periféricas que recorre en la ciudad o en los extramuros del paraíso como declara para luego, tras aludir una vez más a la inocencia perdida, achacar a sus padres el jamás haber gozado de aquel espacio de sueño, pues él, es propio de una segunda generación, la de los exiliados.
(…)perdí ese misterio, ese espectáculo. Ella me habría impedido disfrutarlo, dócil a la voluntad (ahora rota o nula) del agonizante que me había arrojado a un exilio en segundo grado: no ya del Paraíso sino de sus extramuros. Y al trabajo.
Esta condición de víctima o producto del fin de todo esplendor lo hace formar parte consciente de una generación que vive asumiendo la razón como descreimiento. Una mente que analiza y está al tanto del fracaso que ha sufrido el proyecto ilustrado en todas sus aristas.
No hice mi master en Nueva York, perdí el doctorado, la Academia. Desistí, por quiebra moral, de los negocios: Importadora de Frutos Tropicales de Caín y Abel and Company. Me fui empobreciendo hasta la miseria, acepté el werfare. Envejezco de una manera ruin. No he publicado nunca un libro. Mis hijos no quieren saber nada de mí.
Con certeros ribetes postmodernos esta re-escritura que Lihn hace de Caín, revisa a través de un cínico discurrir el proyecto racionalista, la otra gran utopía, el sueño de Rosseau y su evidente caída.
Se supone que el arrepentimiento y la tentación me han enloquecido. Que mi existencia es un suicidio diferido y consumado a la vez, de día en día.
A fin de cerrar su discurso, el texto presenta dos afirmaciones que nos envuelven a todos como parte de la misma trágica broma, como parte intrínseca de un mundo en decadencia. Pese a cualquier tipo de evasión o negativa que pretendamos oponer, formamos parte del decurso de Caín, de su escritura de la realidad.
Es así pero de otra manera. En alguna parte soy una celebridad; he escrito libros que todos leen sin saberlo, impresos en el aire. Sin embargo bajo la misma premisa y antes de concluir, esta consciencia vuelve a la escritura señalando el proceso como un aliciente inevitable, destaca la atadura del lenguaje y la historia humana, frente a la indefinible y absurda locura de existir Me retiene en esta ciudad -la de mi ruina- contra el amor fulminante una elaborada forma de la muerte: el despreciable pero invicto decurso y discurso de la literatura.
Finalmente el relato sintetiza la intención de Lihn por contradecir el principio totalizador e integral de los proyectos y discursos de corte mítico estableciendo vasos comunicantes con uno de los maestros de la ironía intertexual y del palimpsesto a nivel universal, con la frase: A la manera de Borges.
Pues no por casualidad se alude en la historia al escritor argentino maestro del palimpsesto, Borges produce su literatura de modo hipertextual, como “una red potencialmente infinita de conexiones”. Según escribe Jaime Alazraki en su ensayo “El texto como palimpsesto. Lectura intertextual de Borges”, las obras de Borges funcionan como espejo que invierte o revierte historias ya contadas. Para Borges escribir es releer un texto anterior, es reescribirlo.
Las historias (hipotextos) que Lihn conecta y nos plantea desde otra óptica, no pierden su hondura, la profundidad del sentir que originalmente proponen, al contrario alcanzan nuevas cuotas gracias al hipertexto, el cual arroja nuevas luces, nuevas lecturas que amplían el sentido o en algunos casos lo restringen para conveniencia del creador y el diálogo y caminos a los que pretende orientar a su posible receptor. Volviendo a Borges, nos queda más clara la noción de re-escritura si observamos como señala, Mariel Ortolono la siguiente cita: En la prosa Los cuatro ciclos de El Oro de los tigres Borges afirma que la literatura narra eternamente las mismas cuatro historias: la historia de una guerra inútil_ la Ilíada_ , la historia de un regreso _la Odisea_ , la historia de una búsqueda condenada al fracaso_ la de Jasón y el Vellocino o la de los caballeros de Arturo que buscan el Grial en vano; por último, la historia del sacrificio de un dios_ Odín sacrificado a Odín; Cristo, sacrificado por los romanos, El mismo a Sí mismo, reflexiona Borges. El germen de todas las historias reside en esas cuatro historias y la literatura no hace más que re-contarlas, reformularlas, transmutar sus motivos, sus valores, pero, en esencia, siguen siendo las mismas.
En base al cuento de Lihn podemos plantear que el hombre en sus grandes discursos e historias, y en sus acciones orientadas por esos grandes mitos, aparece cautivo, entre Caín y Abel, entre la razón y la inocencia, descreído, absorto en el eterno retorno que todos los hijo de la razón, exiliados del paraíso cumplen al asesinar a su arquetipo fraterno de inocencia. Todos llamados a matar a su Abel al ser contaminados por el lenguaje y sus laberintos, por la conciencia y la re-escritura del mismo mal hasta el infinito. Como dice el narrador, estoy cautivo en… las murallas de adentro y de afuera (…) páginas de un libro de blasfemias que se escribe y reescribe como un palimpsesto, noche y noche.
Autor: Daniel Rojas Pachas
Publicado en:Revista Cinosargo
domingo, 1 de marzo de 2009
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