EL PARAISO DESALOJADO DE FANTASMAS
Al emprender la
lectura en este poemario, los fantasmas que lo residen van siendo desalojados,
aunque aquellos continúen tocando con su nariz gaseosa la puerta de entrada en
cada texto, se les observa desde la distancia, su intento a cruzar otra vez, ahora
con libertad y licencia otorgada, por quien realmente lo habita, su autora.
En este paraíso abunda
la imagen costera, tal vez a manera de vivencia personal de Margarita Bustos y
sus años de residencia en la ciudad puerto de Valparaíso, la sal deja su cuño
en el léxico de su texto.
Quizás esta
costa, esta espuma y este gustillo a infinitud, es un recordatorio mecánico al
estado fetal tiempo atrás en el vientre materno, a un paraíso que maldecido o
no, pronto la autora se enfrasca en la búsqueda de santiguarlo; pero existe una
máscara inmaterial, que no la deja saber cuál o que fantasma puede ser, con esa
careta con la mueca de juguete viejo, que bien trata de resolver.
Pero no hay
estado de locura y desesperación en el hablante, sino el ejercicio de mirarse
hacia adentro y hacia atrás, hacia la mujer que lucha y denuncia con la palabra
y deshabita esos “yo”, esos espectros como bien dice Margarita Bustos, resulta
ser su preocupación poética en este libro.
Miscelánea de
poesía tradicional y metafísica (Raúl Anguita, Rosamel del Valle, por lo tanto
a Humberto Díaza Casanueva), también simbólica, donde lo turbio de una relación
pasajera se transforma en amor, el dolor
en gozo, la nada en todo, el insomnio en poesía.
Sin lugar a
dudas Alejandra Pizarnik ha influenciado a la autora, no al libro en su
construcción o lenguaje, sino a los estados de euforia y rechazo, que de vez en
cuando asoman, pero allí está el legado poético del libro, una imagen, un lugar
común bien trabajado y corregido, pulcritud en la lectura, prudencia y
tranquilidad en el pleamar del imaginario.
Por eso esta salida,
este freno a la locura fantasmal que logra reducir la autora en cada verso, es salir
a la abundancia del océano, a la pesca artesanal del sosiego, a las redes de la
imaginación, a sus realidades, a ese mar que tranquilo no nos baña, al (a) mar
de Silvina Ocampo, escritora argentina, que con su narrativa creativa y rígido
lenguaje, ha influenciado el verso largo y conciso en la escritura del poemario,
una huella digital en la escritura de Margarita Bustos, hoy poco visto en las
poetas jóvenes.
Esta ausencia
y/o desdoblamiento del lenguaje en el poemario, expresa que la palabra, se
puede multiplicar en sus connotaciones, sus significantes se transmutan a cada
instante, lo que logra un texto con buenos recursos fonéticos, sintácticos y
semánticos.
La reiteración
permanente y a veces sobrecargada de imágenes costeras y marinas, sus ecos y
silencios, solo obedecen a la cosmovisión del hablante fracturado que intenta
re – construirse en este Maldito Paraíso, ejercicio escritural y creativo que
intenta la autora, en un libro corto pero intenso.
Margarita Bustos,
transforma el libro, su fantasma, en un solo poema, intimista y dividido intencionalmente en
breves flash, con espacios de mutismo y de cavilación casi filosófica, la
siguiente página y la siguiente, a una distancia muy corta de alcanzar lo
críptico, a manera de coincidencia o tal vez de amistad poética y de
reconocimiento a Ximena Rivera, poeta porteña y autora del prólogo de este
paraíso, con quien me imagino comparte lecturas y gustos poéticos.
Sin duda
Margarita Bustos es la culpable de evocar otra vez a sus fantasmas, los obliga
a su vuelta y cito “Maldigo el paraíso
que cuando se presenta/no dura lo que una estrella fugaz/al fin le tuve entre
mis brazos/aquí esta y se va/y sé que no podre volver a verle JAMAS” , fragmento
de la canción de Luis Eduardo Auté “Volver a verte”, que inspira el titulo de
este poemario.
Sin duda este
paraíso, femenino y masculino el mismo ser, valor de uno es el otro y el otro
es uno, los ecos de la memoria, el recuerdo evocado, su brevedad en el texto
pero con fuerza, vínculo entre imagen y lectura, lo que deja se repite y
presenta una y otra vez, por eso Maldigo este paraíso, porque se instala y no
deshabita, la idea de la autora es echarlo abajo, construir otro sobre los mismos
cimientos, las mismas voces que no sabemos de donde vienen, un paraíso con
pecado, real y con deseos carnales, un paraíso al que no se le deben desamarrar
las anclas.
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