miércoles, 3 de marzo de 2010

Capítulo 1 de la novela Kalule (ficción sobre un terremoto en el norte de Chile)


Autor: Rodrigo Ramos Bañados.
Fuente: Escritores desde el límite.

1.


Maremoto espectacular. Tremendo.
De esa manera etiquetó Masaaki Oka al video de la catástrofe en el Youtube. Después de 12 horas, el video quedó entre los más destacados del día.
Estos fueron los cinco primeros comentarios que hicieron murmurar Masaaki desde su habitación en un hotel de Miraflores, en Lima. Después de leerlos, mordisqueó el trozo de pizza Hut.



Lusitanus :

FINALMENTE alguém também usa a palavra MAREMOTO que é o Português de Tsunami.... agora só por causa do grande maremoto na indonesia chamam tsunami a tudo,o Maremoto ocasiona uma onda oceânica a que os japoneses puseram o nome de Tsunami.

Shamgelo:

la naturaleza es unica e impredescible!saludos desde Quito_ecuador, les invito a visitar mi canal!!!

Pipiseba:


Putos!!!


CaioOczez


Fim do mundo Não ! coisas de natureza !


Peruano

Mueranse rotos mugrosos ¡Viva Perú, carajo!


Vekita 2183:

North of Chile.... 8.5 Richter







Tembló fuerte en toda la zona, pero allí donde las casas casi colgaban desde los cerros hacia el mar fue terremoto, el peor. Peor que mil bombas de Hiroshima.
Luego el pánico.
Una enorme nube gris de polvo en suspensión cubrió lo que llamaban el hoyo o la cuchara pues si uno miraba desde la plaza hacia el horizonte, el mar le ganaba al cielo. Dentro eran distinguibles sollozos, gritos, quebradizas de vidrio, zumbidos eléctricos y ladridos que se cruzaban con el chillido de las alarmas automáticas de autos y explosiones parecidas a petardos de Año Nuevo.

Otros escucharon el ruido a motor ahogado que expelía la Termoeléctrica entre las 15 horas y las 16 horas cuando quemaba el aire. Otros aferrados a árboles contemplaron nerviosos desde la plaza como la municipalidad de cartón se venía abajo.

Las casas se torcían como serpentinas y se desplomaban una a una como en cámara lenta.
En un minuto desapareció la vecina, el amigo, la conversación, la tía, las luz, el cuñado, el agua, el primo, las poblaciones, las madres, los hijos, los sueños, la electricidad, la dignidad, la vergüenza, el pueblo y el futuro.
Era la 13.20 de la tarde bajo un potente sol de verano cuando se torció el rumbo de las cosas.
El periodismo no se hizo problemas, encogió aquel momento y lo denominó como infierno y habló de mega: megaterremoto y megatsunami. Después el resto de Chile siguió el show del terremoto por televisión.


Cuando apenas la tierra dejó de temblar los sobrevivientes de inmediato huyeron hacia los cerros. Parecían hormigas. Otros lo hicieron en sus autos por la cuesta Barriles que llevaba al interior, a la carretera Panamericana que cruzaba el desierto.
En la entrada de la cuesta se generó una obvia congestión vehicular. Media hora de espera o más. Cundió el pánico. El sentido común descartó el camino costero aunque no faltó el desesperado. El terremoto, en tanto, desprendió peñascos desde los cerros que fueron a dar hacia la cuesta. Lo peor lo sacó un camión pequeño. Uno le dio de lleno y tumbó hacia un costado. Todos querían salvar el pellejo, razón para no imaginar lo que sucedió al interior del camión. El conductor murió desangrado tras agonizar varias horas.

Dramas como ése armaban el rompecabezas de la catástrofe.


Otros ayudaron a familiares, vecinos o amigos a salir desde las enredaderas de escombros.
Otros apagaron el fuego.
Otros se apostaron fuera de sus casas derrumbadas como soldados.
Otros sollozaron inmóviles por algún cadáver o por la impotencia de no saber qué mierda hacer con éste.
Otros se descargaron contra los celulares.
Otros robaron.
Otros vociferaron discursos apocalípticos en la plaza.
Otros violaron.
Otros se fotografiaron para el Facebook.
Otros se fugaron.
Otros cargaron los cadáveres hacia el cerro amarrados sobre un colchón. Otros, en la desesperación, se los llevaron en auto. Otros los amarraron a lo que quedaba de sus casas. Otros cargaron lavadoras y televisores al cerro. Otros entregaron los cadáveres al mar como si lanzaran algún animal.
Otros se amarraron a los postes de alumbrado.


Sólo pareció seguro seguir a los ancianos. Aquellos sobrevivientes del terremoto y maremoto de 1952 parecían preparados a pesar de las burlas de sus familiares. Guardaron velas, linternas como Biblias y aspirinas. Cosas de viejos, les dijeron.
Estos vieron o escucharon sobre la aparición de aquel mismo pez del terremoto y maremoto de 1952. En aquella ocasión a éste le llamaron kalule, el pez maldito.


Siguió la lengua de mar.


Por semanas la imagen del mar tragándose a la ciudad fue lo más buscado en Youtube.
En el lugar y en el momento indicado. Eso respondieron los jóvenes del video que acompañaron al japonés. No fueron los únicos contentos con el desastre.
La casi una hora de grabación exhibió al mar desprendiendo hileras de casas. Muchas cayeron una sobra otra como efecto dominó, entre ellas la peluquería del viejo Kubota. La otra parte del video que dio la vuelta al mundo fue el rescate por un helicóptero desde la copa de un árbol de la plaza de los dos niños colombianos. Uno tenía siete años y el otro nueve.
La catástrofe fue entre Navidad y Año Nuevo, un sábado cerca de las 12.45 horas con todo el calor de un día de verano y cuando la mayoría se aprestaba almorzar. Se respiraba ambiente festivo en el pueblo, especialmente por las competencias entre las poblaciones por levantar, con desechos y madera, el mejor mono para quemar a las 00 horas del uno de enero.
El otro que celebró fue el científico japonés Hiromu Nakata. Con el terremoto recuperó su prestigio perdido.


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