martes, 4 de marzo de 2014

VIVIR / ESCRIBIR

3/04/2014 07:35:00 p. m.


VIVIR / ESCRIBIR

Martín Cerda
En Huelén, N°4, junio-julio de 1981, págs. 3-4
Recopilación, Alfonso Calderón y Pedro Pablo Zegers, prólogo de Alfonso Calderón
Año: 1997


Escribir es una ocupación que siempre solicita, requiere o exige “hacerse un tiempo”: abrir un paréntesis en el curso del tiempo cotidiano, para emplearlo en “el insensato juego de escribir” (Mallarmé). Este tiempo que, de un modo u otro, se hace el escritor no es, sin embargo, el tiempo real de la vida, ni tampoco el tiempo ficticio que instaura su obra. Es sólo el tiempo de una operación, de un trabajo, si se quiere, de una “diversión”: la escritura.

Hacerse un tiempo es, sin embargo, un modo de emplear o disponer de ese tiempo irremediablemente contado, limitado e irrecuperable que es siempre el tiempo de nuestra vida. Basta un ligero aumento de la presión (u opresión) de la historia para que ese tiempo que nos hacemos se esfume y comience ese otro tiempo que Maurice Blanchot (L´space litteraire, pp. 22-24), ha descrito como el tiempo de “la falta de tiempo”, en el que nada, en rigor, aparece, porque todo amenaza repetirse mortalmente. Es el tiempo muerto que señalan los espacios vacíos, las ruinas, las máscaras funerarias y, en algunas ocasiones, los rostros contraídos por la desdicha, el tedio o la angustia.

Cuando algo se repite una y otra vez, como ocurre en las horas crepusculares de una forma, es preciso descubrir en esa repetición un bloqueo, inhibición o temor que, con mayor o menor gravedad, amenaza el equilibrio interno de un individuo, grupo o sociedad. Todo fracaso (personal o colectivo) pone un hito en el curso de una vida, proponiéndose o imponiéndose como un corte, fractura o herida irremediable: antes/después de (la guerra, el divorcio, la muerte).

La vida no es, sin embargo, sólo un transcurso en el tiempo sino que, en rigor, es tiempo: es un hacerse (y deshacerse) en y con el tiempo y, por ende, todo lo que el hombre hace para ser alguien es algo irremisiblemente temporal, hasta ese hacer paradojal que llamamos “perder el tiempo”. Olvidarlo es, en verdad, olvidarse, censurar o amputar la vida propia, inmovilizando imaginariamente su curso real, en beneficio de una vida fija, cosificada, ajena al azar y a la incertidumbre esenciales de toda existencia. Por eso, justamente, el nostálgico es siempre “un alma en pena”, una sombra sombría, un fantasma o una caricatura.

Todo esfuerzo para fijar el curso del tiempo corresponde a lo que Binswanger llamó “la parálisis de la presencia”, en virtud de la cual algunos enfermos mentales se imaginan no existir porque, en último trámite, el tiempo vivido ha perdido para ellos todo sentido. Siempre que un hombre, en efecto, siente cada nuevo día como una atroz repetición, como una “fatalidad” que le aflige, atormenta o castiga, es porque el tiempo real de su vida no tiene ninguna implicancia en la escena fija de su neurosis, y vive, en rigor, como un sonámbulo en un presente sin presencia, vacío, casi mortal. Esta parálisis de la dialéctica (espontánea) de la vida, en la que el mundo se cierra aterradoramente como una prisión, suele determinar que el hombre se observe como si ya estuviese muerto, como lo atestiguan los escritores suicidas (Rigaut, Crevel o Drieu La Rochelle).

En un breve texto sobre Jacques Rigaut (Escritos N°8, Medellín, Colombia, enero-junio de 1978, pp. 53-55), intenté esbozar la experiencia última que nos ofrecen sus escritos fragmentarios. “Lo que espía desde su sombra –decía- nos parece, en rigor, ese trasfondo abismal que ha hecho que, de una u otra manera, el tiempo de la literatura más radical de nuestro siglo sea siempre el tiempo de la aflicción, del fracaso y de la desesperación”. Esta experiencia constituye, en efecto, uno de los ejes, por así decirlo, de la creación literaria (y, en general, cultural) de nuestros días.

En 1961, respondiendo a un cuestionario de la revista Tel Quel, Ronald Barthes distinguía dos modos de fracaso literario: el “histórico” y el “mundano”. Puede hablarse de fracaso histórico de una literatura cada vez que ésta no puede responder a las preguntas más radicales del tiempo de nuestra vida. Ello ocurre, con alguna regularidad, siempre que una forma, llegada a su madurez, deja de aprehender los problemas que el mundo le plantea al hombre. Puede hablarse, a su vez, de fracaso mundano cuando una obra o un autor es socialmente incomprendido y desestimado por sus contemporáneos.

El malestar que, de tiempo en tiempo, invade parcial o totalmente al espacio de una literatura, puede ser síntoma de una reacción oportuna contra la alienación de la vida real en una “vida” imaginaria, pero asimismo, como ocurre en algunos escritores suicidas, puede ser la máscara de una pérdida radical de la responsabilidad de vivir.



miércoles, 19 de febrero de 2014

Caldo de Cardan, de Carlos Cardani: un libro de alto riesgo [por Carlos Henrickson]

2/19/2014 10:15:00 a. m.
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Caldo de Cardan, de Carlos Cardaniun libro de alto riesgo


Las demandas que se yerguen sobre algo tan sobredeterminado por nuestro sistema cultural como “la poesía chilena” son tantas a estas alturas que dan la impresión de un laberinto, construido por manos que no siempre eran o son conscientes de las finalidades o los patronazgos tras su obra. De hecho, hay pocas áreas en nuestra cultura que tengan tal cantidad de seguros y candados, señalando unas pocas vías libres para la escritura, que llevan fácilmente a lugares y jerarquías preestablecidos por una institucionalidad cultural con un poder cada vez más misterioso. Un misterio, en todo caso, cada vez más falaz y vacío, desde el momento en que, en los “suburbios” de la Academia y las instituciones estatales, el ámbito creado por las editoriales independientes -editores, plataformas, críticos, etc.- multiplican sus esfuerzos, dando lugar a la expresión multiforme, y cada vez más saludable, de la creación literaria realmente existente.
Hablar de Caldo de Cardán (Santiago: Libros del Tata Santiago / Libros del Perro Negro, 2013) de Carlos Cardani (Santiago, 1985) abre una buena posibilidad de apreciar lo anterior. En primer lugar, porque Libros del Perro Negro, colección dirigida por Elías Hienam, en brevísimo tiempo, ya puede presentar uno de los catálogos más lucidos de nuestra escena desde una labor honesta que ha llegado incluso a adquirir carácter internacional, publicando autores argentinos y mexicanos -y, de hecho, el libro que comento es una coedición en conjunto con Libros del Tata Santiago, de La Paz. Probablemente sólo una instancia independiente como Libros del Perro Negro se habría atrevido a publicar un riesgo tal como Caldo de Cardán.
Antes que todo, este libro es una bitácora de viaje, pero que se aparta en muchas formas de las convenciones que presuponemos en este género cuando es un poeta quien lo ejecuta. El hablante no es en absoluto el inspirado vocero de una tradición poética que elabora el material de su observación: éste pasa desde la condición de desarraigo hasta habitar un entorno geográfico cultural distinto con plena conciencia de su condición humana de creador. Esto implica que se hace parte de ese entorno; uno de los primeros textos del libro, “La neblina entra a la Plaza Abaroa” -tan sólo dos páginas después de “Zenit Polaroid”, en que la perspectiva es la externa del fotógrafo-, describe a su manto blanco borrando desapareciendo El Alto:

Cuando pase sobre ti te darás cuenta sólo por el frío
Que el resto de la ciudad también te habrá ignorado

Poema, que anuncia, desde ya la segunda parte del libro -EL CHILENO-, que presenta en plenitud el tejido vital del migrante.
La perspectiva externa del fotógrafo -el turista- se hace presente sobre todo en la primera parte, NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ, que se entrega a la descripción de la capital administrativa de Bolivia y de sus entornos. Sin embargo, está lejos de ser la visión paternalista: el ámbito del hablante es el heredero de una historia social y política que lo enajena y lo funde con ese espacio inaudito, moviendo su mirada hacia aquello que esconde la fachada que la ciudad proyecta como deseable y que será ironizado sin ambages  -en “Sagárnaga”, por ejemplo. Un paradigma claro de esto, es el centrarse en El Alto -Una ciudad a medio hacer, toda color arcilla y con la tierra suelta haciendo de berma en las avenidas. El texto homónimo termina:

… rugido de los aviones que no paran de despegar para llevarse a los turistas a otra parte, o de aterrizar, trayendo forasteros que pasarán rápido a La Paz apenas recojan sus maletas. Alguien, alguna azafata, los guías turísticos, un compañero de vuelo, quien sea, les hizo el favor de decirles Aquí no hay nada que ver.

El ámbito de la experiencia social detrás de lo visible será, entonces, privilegiado. En el texto siguiente, “Avenida Juan Pablo II”, la vía de El Alto a La Paz es encarada desde su historia: la visita del Papa, la clasificación de la selección de fútbol para el mundial del 94 y la caravana de cisternas, los militares custodiando los camiones, y con ellos el gobierno que iba a caer el 2003, serán hitos invisibles y parecerán ausentes de la memoria de las personas que están ahí como si los helicópteros nunca hubiesen disparado.
Es en esta tensión necesaria, en que se hace fuerza la búsqueda de las señales, los recuerdos de los instantes de peligro, diríamos con Benjamin, donde habría que encontrar una de las claves formales del libro. Los textos pasan desde el poema descriptivo al poema narrativo o a la prosa poética, y desde la prosa paisajística a las notas históricas o lo que parecen simples anotaciones personales de viaje, sin que desentone lo múltiple de los tonos; esto porque la intensidad de la experiencia dicta las elecciones formales, asumiendo esta experiencia su plena significación en el ámbito de la escritura. Textos como “Cementerio Indio”, “Una puerta” o “La línea del tiempo aymara” son ejemplares: la figura situada del hablante es inseparable de la reflexión histórica y la descripción visual.
La situación social e histórica del hablante es, por esto, de primera importancia. Ya en la segunda parte del libro la tensión entre lo ajeno y lo propio se convierte en una de las claves de lectura: si bien un poema como el que empieza Sí, todas estas calles fueron militarizadas no puede terminar de otra forma que describiendo al hablante En el rancho del Regimiento Arica viendo las noticias; el texto siguiente versará sobre lo que une a ambos países:

Da lo mismo en qué lado de la frontera hayamos nacido, nos han criado de la misma forma. Nuestras madres nos han parido bajo gobiernos militares, hemos sido educados con las leyes de la Operación Cóndor, aprendiendo a leer con el Silabario Hispano Americano, y la historia nos enseñó que los miembros de la Logia Lautarina son los padres de la patria.

En consecuencia, cualquier posibilidad de paternalismo cultural se desvanece, y más aun cuando una gran porción de esta sección se refiere al trabajo y la vida cotidiana del hablante como migrante, clausurando la posibilidad de la dialéctica interior-exterior que era posible en la primera parte del libro y haciendo que el carácter de la tercera parte del libro -EL ROTOCOLLA- se pueda fundamentar íntegramente en la experiencia personal. Esta sección, de carácter abiertamente misceláneo, genera por ello algún problema a la lectura, ya que, cerradas las tensiones de las dos primeras, pierde la intensidad que éstas tenían, parece centrarse excesivamente en aspectos íntimos y le da al volumen una extensión que pudiera haberse acotado.
Con todo, la impureza que exhala Caldo de Cardán sabe pasar riesgos, y éste es sin duda un valor superior de este libro: la provocación de “Los rotocollas”, el último texto del volumen, lo muestra a las claras. Caldo de Cardán viene a comprobarnos lo fértil de este momento de crisis en la literatura chilena, que demanda propuestas diversas y capaces de desautorizar los cantos de sirena de nuestra institucionalidad cultural, ya demasiado preocupada por las marginalidades correctas y amante de la conveniencia.    

martes, 28 de enero de 2014

Incomunicaciones, de Rodrigo Arroyo: Una escritura de la Posibilidad [por Carlos Henrickson]

1/28/2014 03:48:00 p. m.
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Incomunicaciones, de Rodrigo Arroyo: Una escritura de la Posibilidad

Los sucesivos traumas históricos que han alejado al poema de sus escenas primordiales -las demandas que permitían su despliegue “natural”- no lo han podido desarmar en uno de sus roles dentro de nuestro bien escéptico mundo contemporáneo: como un camino propio de conocimiento que andaría en armonioso codazo con la también traumada filosofía. Que una enorme porción de nuestro campo literario aun lo dude o quiera borrar esto de un plumazo con fines que cada cuatro años se nos demuestran menos sustantivos y más ambiciosos, es tan sólo un signo de tinieblas a las que ya tendríamos que estarnos acostumbrando.
Dentro de la escritura más reciente de Chile hay pocos que se planteen realmente estas aspiraciones superiores para la palabra poética. Rodrigo Arroyo (Curicó, 1981) ha sido ejemplar ya en sus dos libros anteriores -Chilean poetry (Valparaíso: Ed. Fuga, 2008) y Vuelo (Valparaíso: Ed. Inubicalistas, 2009) en darle a su poética el suelo movedizo -imposible- de la búsqueda de sentido, atreviéndose a una poesía sitiada por sus propias interrogantes. Los textos de Incomunicaciones (Valparaíso: Ed. Inubicalistas, 2013), de hecho, en una medida mucho más decidida que el libro inmediatamente anterior, están construidos tendiendo hacia la formulación de preguntas en que lo que está en cuestión puede llegar a ser la posibilidad misma de la palabra poética.
Un carácter que me asalta al leer Incomunicaciones es la decidida inhabitabilidad de la poesía de Arroyo. Las imágenes elegidas presentan un extremo acento en la contemplación, cuestionando la situación del hablante en una medida extrema. Esta contemplación resulta siempre fragmentaria, dejando en la sombra la posibilidad de anécdota: las imágenes tienden a no fijarse, siendo ejemplar su calidad de creación física por parte del artista (como representación plástica) y de proyección técnica. Sea obra en progreso o presencia fugaz en pantallas de video, su fragmentariedad impide una configuración completa. La única configuración posible de ese mundo contemplado desea ser cumplida en el tejido de la escritura: la poética no sólo asume el rol de sentido, sino el de una razón superior.
Uno de los grandes logros de Arroyo es lograr plantearse tal poética desde el lirismo. A diferencia de perspectivas como las de Juan Luis Martínez (con quien comparte las aspiraciones de disolución de cualquier fenomenología ingenua), Arroyo emprende la experiencia de la ausencia desde el registro emotivo, como pérdida. Así la evidencia de insuficiencia y fragmentariedad de aquello que parece enfrentarse a la capacidad de representación será inmediatamente expresado como nostalgia de una experiencia superior e inefable. En primer término -y notoriamente en las primeras secciones del libro, CONTRADICCIONES y RUINAS- esta experiencia superior será la de la integración en la naturaleza.
Las víctimas de la Historia, en este sentido, ocupan un seguro lugar en la narrativa desgarrada que subyace a la poética de Arroyo, haciéndose parte de esta naturaleza nouménica -un áporon ante la cual el ser presente sólo puede detenerse- en lo que podríamos llamar, su evidencia ausente.

Los caídos se asemejan a un ciprés
los cadáveres,
no son sino agua salada deslizándose entre las ruinas.
Olas, formas que el viento dibuja sobre el agua,
antes de hacerlas desaparecer.

¿Qué será lo que una ciudad mantiene
como signos de la muerte pendiendo en un museo?

(De CONTRADICCIONES)

La escritura misma, entonces, deviene medio de conocimiento privilegiado -de ahí su asignación al tope de las aspiraciones de razón en esta poética-, al poder al menos encontrar la ventana por la cual contemplar lo no-dicho, haciendo de este modo a la angustia metafísica hermana de la angustia por la reconstrucción redentora de la historia. Esta puerta no necesariamente conducirá a la reconstrucción de una razón (un sentido en la escritura) -soluciones transitorias que resultan ser al fin remitologizaciones, al modo en que asumió tales retos la escena de avanzada y otros momentos posteriores-; sino decididamente a una situación perpleja, en la cual resulta central la inquietud sobre una razón posible. Toda representación en Arroyo será sólo una permanente posibilidad de existencia: la recreación de lo contemplado es un fracaso ya asumido desde la intimidad de su poética. Por ello el nihilismo:  

Buscas incendios porque es la única salida y lo sabes,
en las llamas nos acercamos a un punto en el que más allá de toda realidad,
lo que persiste es el modo en que todo lo nombrado
ha perdido relación con el lenguaje

(Sección LEJANÍAS)

La intención de destrucción de la representación, paradójicamente, lleva más cerca a la escritura misma de ser razón superior. Esta razón superior, que se nos revela intencionando una sinrazón pura, termina plenamente volcada en el tejido mismo de la escritura, llevándonos a un barroco esencial, cuyo eje no es la brillantez superficial, sino la concentración de sentido en el tejido mismo del lenguaje, la falta de opacidad que remite a una zona marginada y paradojalmente central en la poesía moderna, cuyos nombres -como Mallarmé o Paul Celan- constituyen ejemplos de búsquedas que si bien van más allá del lenguaje, realizan el asalto cerradamente desde los incómodos muros que éste mismo les proyecta.
Uno de los rasgos más sobresalientes de Arroyo es que las implicaciones éticas de esta pérdida radical de sentido -su preocupación por las víctimas de una Historia cuyo desarrollo parece ser paradigma, precisamente, del desplazamiento hacia el vacío- producen como eco la toma de partido en el plano social y político: en la última sección de Incomunicaciones, llamada LUCHÍN, creo que Arroyo plantea al niño del campamento marginal de la canción de Víctor Jara, visto desde el presente, como arquetipo de una cierta pérdida que, al no ser elaborada, llegó a constituirse en puro espectro estético, marca vacía y sin sentido en los intersticios de la construcción de nuestra experiencia (anti-)social neoliberal. 

Un diálogo de niños muertos
nos recuerda que el enemigo transformó en naturaleza muerta
el cadáver de los héroes

En resumen, Incomunicaciones confirma, mal que pese a un dogmatismo “realista” bastante extemporáneo que de vez en cuando asoma la cabeza, y a quienes han quedado lastimados por la ácida crítica polémica de Arroyo -que no son pocos-, que nos vemos ante una de las escrituras más originales y poderosas en el actual escenario literario chileno. Aunque ya se sabe que en Chile se lee mal; si obras como ésta deben quedar como “poesía para poetas”, al menos una posteridad la recibirá: la de ese cauce siempre secreto en nuestra tradición literaria que sabe diferenciar la palabra poética del manifiesto o la confesión sentimental. 



domingo, 29 de diciembre de 2013

SOBRE SITUACIÓN DE CALLE DE RENÉ SILVA CATALÁN [Por Alberto Gonzales Zamora]

12/29/2013 11:01:00 p. m.
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RESEÑA PLAQUETTE SITUACIÓN DE CALLE DE RENÉ SILVA CATALÁN - EDITORIAL ANDESGRAUND, 16 PÁGINAS, 2013

Por Alberto Gonzales Zamora


Cada vez son más las voces que se sublevan a la dictadura de las grandes editoriales que, a menudo, terminan empujando a la buena literatura hacia los confines de la marginalidad. Es ahí, desde la frontera de lo underground, que vienen surgiendo las nuevas voces de la poesía latinoamericana que tienen un discurso político y social, tan temido por el establishment literario. Una de esas voces es la del poeta chileno René Silva Catalán, quién bajo el sello editorial Andesgraund, acaba de publicar su más reciente trabajo: “Situación de Calle”, que nos atrapa por su discurso poético o debo decir antipoético, emulando al gran Nicanor Parra.

Desde el inicio, los versos de Silva Catalán nos transportan con un lenguaje coloquial pero consciente del ritmo poético, a su barrio natal de Santiago (El Bosque y San Bernardo), del cual se proclama “cónsul vitalicio”.

Esta esquina con acento cantado                                       me elige
cónsul vitalicio                            para sus despachos de matinales
una vez a la semana                                                         hijo ilustre
de la reja hacia afuera.

En "Situación de Calle", el sujeto poético dialoga consigo mismo y mezcla elementos de la poesía realista y recursos estilísticos propios de la cultura masiva para describir su percepción del mundo, retratando una ciudad irreal, oficial, de “pastores sin rebaño” que le gritan al pueblo los domingos “no importa si juega la roja de Alexis”.

Esta es la república leída en una lectura
con mensajes perdidos       en el bolsillo
abultando las boletas

Con esa costumbre de usar enagua                sábados y festivos
hasta tocarle la canilla                            en el culto del pastor
con nombre                                            de un teniente gringo.

En el poema “Mis vecinas”, el  discurso político se hace más evidente criticando con tono de humor a la sociedad consumista y mediática y a sus nuevos protagonistas, quienes “se pasean con acento de teleserie en el Mall y vuelven con el cambio justo, a su comedia familiar”



Yo las miro desde acá
con la letra cursiva

algunas                           buenas madres otras
Cleopatras en sueños                         de otros
huelen a perfume                           de su jefa.


"Situación de Calle" nos presenta varias voces que emergen desde la marginalidad del barrio, del exilio y de la cárcel, en donde “no hay amigos/ ni rayo de sol aferrándose a los barrotes de un rincón donde antes hubo dientes”. También desde las epístolas de un soldado anónimo, abandonado a su suerte, que se comunica con su lejana madre, a quien le narra su aciago destino y el de sus amigos.

Querida madre estas líneas para que sepas       estoy bien gracias
a Jehová mamita no le cuentes                    que Miguel y Lorenzo
están heridos o muertos        en el palco Andes de la camanchaca
han faltado esta tarde                               a la cuenta del rancho

De los chicos de la población El Esfuerzo no queda ninguno solo yo
todo a quien conozco ha muerto                 como marraqueta fresca
para la fatiga de la sal.  

En algunos pasajes, encontramos también elementos contraculturales como el hard rock y la música vernacular, que aportan nuevos modos expresivos a la poesía que se nutre de una diversidad de voces y estilos.

Sólo se oye el riff de su banjo       que no suena a Black Sabbath
Ni a taller básico de guitarra gratuito de un folklorista sin rima
Mandando a las tinieblas                       el cañonazo de las doce.

La poesía de Silva Catalán es una poesía arraigada en el barrio que se nutre de varias voces y estilos, forzando a veces el límite de lo poético, para elaborar un discurso que ya es habitual en la poesía under. Un discurso que no es ajeno a la realidad social y al devenir de la literatura de su país.


Alberto Gonzales Zamora. Lima, 1978. Trabaja en gestión cultural desde hace algunos años. Ha publicado crónicas y reseñas de libros para diarios y revistas de Lima y provincias. Actualmente se dedica a la docencia y a la redacción de la página web: www.prensacritica.pe. Está preparando un libro de relatos y poemas que serán publicados el año 2014.

viernes, 20 de diciembre de 2013

La navidad según Pezoa Véliz: Pezoa Véliz en El Cardonal‏

12/20/2013 07:25:00 p. m.
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Se representará en el mercado El Cardonal de Valparaíso
La navidad según Pezoa Véliz

El mismo lugar de abastos recibirá a Juan Pereza y a Marimialma, protagonizando un diálogo festivo y popular del escritor, parte del 4to cuadernillo de prosa de Carlos Pezoa Véliz referido a la alimentación popular.
La Nochebuena en El Cardonal fue publicada en la revista satírica La Comedia Humana en su último número de 1905. En este texto Pezoa Véliz pone en escena a Juan Pereza, rimador popular y periodista, suerte de alter ego del mismo autor, frente a Marimialma, la prototípica mujer fuerte y de lengua vivaz que habita los mercados de Chile
“ -¡Eso es, Marimialma, máquina autómata, la chicha baya, repollo fresco, fragata agrícola, potranca vieja, caldúas buenas, nariz de palo, zapallo tierno.
-          ¡Eso es, pues don Pereza! Jutre malvao, chiquillo fresco, tu abuela tuerta, chaqué de cola, yo no me caso, serpiente en coche, con este jutre; la Carmen negra, sí que se casa, güíchele negro, güiche malazo, págame el veinte, que me hace falta, no voy a juarte ni a hacer guaraguas, que manda fuerza la Marimialma!
-          Basta, por los grandes diablos! ¡¡¡ Bastaaaaa!!! Ya se sabe que “mandas fuerza” y que te gusta “pegar en el suelo” ¿Sabes algo nuevo?”
El texto será representado por el actor Javier Ramírez quien ya ha mostrado su transformación en el autor de Tarde en el hospital, contando de manera especial con la participación de Carolina Castillo, quien ya intervino en De Bellavista al puerto.
Como ya se hizo en las anteriores presentaciones del proyecto, se entregará a cada asistente un cuadernillo, que contendrá también los textos El Pequenero y Hotel al aire libre. El primero recoge el tránsito de un comerciante ambulante de pequenes, el segundo la cotidianidad de un puesto frente al movimiento del puerto. Estos escritos están complementados por la investigación y notas de Cristóbal Gaete.
La intervención se llevará a cabo a las 12.45 del día miércoles 25 de diciembre, en la Recova del Mercado El Cardonal. El proyecto “Carlos Pezoa Véliz: uso de espacios públicos a comienzos del siglo XX” es posible gracias a la selección en el concurso FONDART Regional 2013, en su línea de patrimonio inmaterial.

Video resumen presentación 1: http://vimeo.com/69727046
Video resumen presentación 2: http://vimeo.com/75585395



sábado, 14 de diciembre de 2013

La poesía de Tomás Harris: Una narración a contrapelo

12/14/2013 10:36:00 a. m.
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La poesía de Tomás Harris: Una narración a contrapelo
Mary Mac-Millan
Universidad Adolfo Ibáñez. E-mail:mary.macmillan@uai.cl. Chile

Tomás Harris1 es un poeta y sus libros, mediante el título poesía inscrito en ellos, llaman al lector a sellar el "pacto" de lectura de éstos como poesía. ¿Por qué nos obstinamos en sellar un nuevo pacto y leer la poesía desde un marco genérico desplazado, tal es el de las teorías sobre la narración? Primero, porque esta posible lectura está inscrita en el texto mismo: es el propio tejido y la estructura de estos poemas los que apelan a una lectura distinta. Y segundo, porque creemos (y procuraremos mostrarlo) que una lectura así puede hacer hablar al texto más ricamente que una lectura más canónica.
En relación a la "inscripción narrativa" en la poesía de Harris, basta un vistazo somero a los índices de cada uno de sus poemarios para percibir de inmediato la presencia de estas estructuras. En Cipango, los poemas se agrupan bajo un título que semánticamente actúa como elemento de coherencia: "Zonas de peligro", "La forma de los muros", "Diario de navegación", "El último viaje" y "Cipango". Al interior de "Zonas de peligro" encontramos la técnica de la seriación, la que se mantiene como recurrente en sus libros posteriores. Es decir, nuevamente conjuntos de poemas agrupados ya sea mediante numeración o por el hecho de compartir el mismo título. Tal es el caso del grupo de poemas "Hotel King", mediante la serie "Hotel King I", "Hotel King II" y "Hotel King III". Lo mismo sucede con "Orompello", esta vez del I al V. Con "Zonas de peligro" no hay numeración sino que encontramos siete poemas, con título homónimo, repartidos a lo largo de la primera parte (páginas 29, 31, 33, 41, 44, 49, 50). Sólo el último poema lleva entre paréntesis el agregado de "Final". Es decir, queda así establecida la ligazón entre los seis poemas, mientras que "Final" debe leerse de manera retroactiva a la luz de los poemas anteriores. ¿No son acaso estos procedimientos de seriación, aunque en apariencia débiles, un principio narrativo al modo en que lo entiende Ricoeur (2004)?2. En estos poemas hay en efecto un entramado, algo que los une y que los presenta ante los ojos del lector como un todo: hay un comienzo, un intermedio y un fin. Decíamos que esta estructura de seriación, ya sea mediante la numeración o el título homónimo, es una constante en su poesía.
Un recurso que Harris también expropia de la narración es el uso de títulos que corresponden deliberadamente a tipos narrativos. Por ejemplo, y para seguir con el índice de Cipango, "Diario de navegación". El diario pertenece al tipo discursivo de la narración y, además, posee por su rasgo de "fechación" el elemento serial y de sucesión por excelencia, es decir, es un relato de acontecimientos. Otro título narrativo: "El último viaje". El viaje es por antonomasia el origen de las narraciones orales.
En el libro Los siete náufragos se repiten las estructuras narrativas aplicadas a los poemas. Tal es el caso del apartado IV: "Cartas de relación de la desfundación de una ciudad". Nuevo envío mediante alusión al género. Y más, el capítulo cinco: "La relación del cinocéfalo herido de muerte". Al título de "relación" se le suma al interior el recurso de la seriación: los poemas no tienen título sino números. Más ejemplos del recurso del nombre descubrimos en su tercer poemario, Crónicas maravillosas. Se trataría, entonces, de "crónicas" y no de poemas, un género que al igual que los relatos y los diarios destaca por su primacía temporal y su sucesión. En este libro, los guiños son evidentes: "Fragmento de la crónica que dejara Alvar Nuño Cabeza de Vaca antes de huir con 7 indias de bronce con las cuales amancebóse y cambióse el nombre a Gaspar Ilóm y tuvo 7 crías quedando así en condición de bárbaro blanco en medio de la nada y el todo". Si hemos transcrito el largo título de, nótese, un"poema", es para recalcar cómo Harris extrema su recurso, ya que este título en sí, no sólo alude temáticamente al género de la crónica, sino que su forma corresponde a una mínima crónica o relato. El título contiene el relato en germen entendido como acontecimientos: "huir", "amancebóse", "cambióse", "tuvo crías" y "quedando". Tenemos todo lo que exige Ricoeur (2004) para una narración: comienzo, medio y fin, además del cambio y la transformación del héroe. A estas alturas se entiende que la presencia de estructuras narrativas en la poesía de Harris, no es mero adorno o salpicado, sino que obedece a algo más profundo y es una constante que nos permite considerarla una estructura.
Otro recurso narrativo es el de la presencia de un "personaje" que actúa como hilo conductor a través de varios poemas. Para dar algunos ejemplos: En Los siete náufragos, en el conjunto titulado "Kurtz remonta el río", cada poema mantiene a Kurtz como sujeto de las acciones: Kurtz huye, Kurtz ensueña, Kurtz cambia, Kurtz ruega clemencia, etc. En Crónicas maravillosas encontramos más "personajes" centrales de hazañas: el almirante Antonius Block, el nombrado Alvar Nuño Cabeza de Vaca, etc. Ya en el cuarto poemario podríamos esperar un giro en las técnicas mencionadas, mas lo que se halla es, por el contrario, una exacerbación. Ítaca reúne siete minirelatos centrados en un tema bien establecido: "La balsa de la medusa" con el personaje de Géricault; "El Minotauro sin su laberinto", centrado en Teseo; "El hombre de visión de rayos", centrado en Ray Milland; "El hombre sin brazos", en Lon Chaney; "Blue velvet", traspaso a palabras del filme de David Lynch; (Dix)inoario, especie de biografía del pintor Otto Dix; y, finalmente, "Ítaca". Es decir, Ítaca es un texto íntegramente estructurado como una colección de relatos, los que a su vez tienen como base intertextual ya sea un relato histórico, fílmico o literario. Tridente, sexto poemario de Harris, continúa en el mismo tono y con semejantes recursos. Esta vez se trata de tres series de poemas. El primero, "Edipo Androide en la blanca Colono", se centra en el género de la carta y consiste en un intercambio epistolar entre Edipo y Aurelia. El segundo diente de esta triada se titula "Balada del condenado de Oklahoma" y gira en torno a la Guerra del Golfo. Finalmente, "Las jornadas del sordo" se estructura de modo secuencial y da cuenta del trabajo pictórico de Goya.
Una técnica narrativa bastante marcada es la de las numerosas alusiones metatextuales a la narración. En Los siete náufragos, por ejemplo, se nos dice: "Por esto narramos, / estamos asidos a un madero / (…) por eso narramos, / sólo por eso / vamos a narrar" (1995: 7), o, "pocos sobrevivieron para narrarlo". A veces, el énfasis da un giro y se nos presenta, ya no como narración, sino como película, hecho que para nuestros efectos da lo mismo, ya que se mantiene el énfasis en la seriación de acontecimientos: "un gran mar en calma. / Este film es en blanco y negro" (1995: 9).
También destacamos la insistente marcación textual que del propio término o fin del relato se nos ofrece, es decir, la conciencia de la estructura del relato. Prueba de esto es que la mayoría de los poemarios tiene un poema de cierre. Es decir, no se termina meramente con un último poema, sino que este último poema actúa como fin. Aquí tenemos la radical diferencia mencionada por Ricoeur (2004) y también por White (1992) entre terminar y finalizar. El fin implica la conciencia y conexión con los acontecimientos (poemas) precedentes. Algunos ejemplos de esta presencia del fin a nivel metatextual: Crónicas maravillosas cierra con un epílogo, Ítaca concluye con el poema "Los adioses", Los siete náufragos termina con la sentencia "El que entienda mariposa, que entienda". Numerosas series de relatos acaban con poemas titulados "The End".
Otro recurso que liga la poesía de Harris a la narración es la "traducción intermedial" desde el cine o la pintura. Es decir, numerosos poemas o grupos seriados de poemas consisten en un relato ya sea de una película o de un cuadro. Hay un transbordo de un relato fílmico al de uno propiamente narrativo, tal es el caso de "Blue velvet" deÍtaca, en el que se nos refiere la película homónima de David Lynch. El mismo procedimiento hallamos en la "narración" de algunos famosos cuadros de El Greco, Otto Dix y Géricault. Aquí, lo estático, la imagen pictórica, se vuelve movimiento y en una suerte de metalepsis al revés deviene historia y sucesión de acontecimientos. Es lo que sucede en "Asesinato de placer" (I, II y III), serie que toma como base el cuadro de Otto Dix: "Si miramos, digo, o más bien si se nos obliga, / como en los sueños, / a mirar por el ventanal sangriento, / abierto en un óleo de 165 x 135 milímetros, / la escenografía de la muerte, / al centro vemos cadáver, / medio cuerpo sobre la cama" (2001: 151). Similar proceso de narrativización sufren los cuadros de Goya ("El coloso entre las nubes", "Perro semihundido", "El fusilamiento") y de Géricault ("La balsa de la medusa"). Vemos en estos procesos que hemos denominado de "traducción intermedial" una pulsión por narrar. Si Primo Levi (2006) dividía a aquellos que callan de aquellos que hablan (narran), definitivamente Harris pertenece al segundo grupo. Sus procedimientos consisten en una especie de fagocitación narrativa, ya que todo se convierte en relato y es subsumido en su escritura: relatos fílmicos, cuadros, historias escuchadas (el caso de los relatos de su padrastro en "El soldado alemán Erwin Kopp regresa del frente italiano"), noticias de la prensa (Balada del condenado de Oklahoma en Tridente); otras narraciones ya sea literarias o históricas (crónicas del descubrimiento, libros de aventuras, etc). Quizás el más claro ejemplo de esto es el título de su penúltimo poemario "Encuentros con hombres oscuros", es decir, un relato fílmico (Encuentros con hombres notables) le sirve para denominar su propio poema-relato.
Resumamos, hemos sostenido que una lectura de la poesía de Tomás Harris desde las teorías de la narración no es mero capricho nuestro, sino que es una demanda que se haya inscrita en el tejido mismo de esta escritura. Hemos reconocido al menos seis procedimientos o técnicas que avalan esta lectura: 1. La seriación de poemas que se presentan así de manera cohesionada y que se leen por lo mismo como un relato. 2. Los títulos tomados de géneros propiamente narrativos, tales como "diario", "crónica", "relato". 3. La utilización de un personaje que se repite y actúa como marca isotópica en una cadena de poemas. 4. Constantes alusiones metatextuales a que se está narrando. 5. Los numerosos poemas que fungen como fin de una serie y que se marcan expresamente con un título alusivo al fin. 6. La traducción intermedial que se revela como una obsesión generalizada.
Basten de momento estas observaciones para afirmar nuestra lectura: que la narración no es sólo un elemento tangencial o de adorno en la escritura harriana, sino que es el fundamento y la estructura misma de su poesía. Y más aún, y a esto nos abocamos en los análisis siguientes, de esta opción emana el sentido mismo y la originalidad de dicha escritura. A continuación ofrecemos un análisis3 a modo de ejemplo: "Encuentros al fin de la batalla".
"Encuentros al fin de la batalla"
Según Walter Benjamin el soldado vuelve mudo de la batalla, según Primo Levi (2006) los sobrevivientes se dividen en los que hablan y los que callan. En el largo conjunto de poemas "Encuentros al fin de la batalla" (Harris, 2001a), leemos una afirmación de la postura de Levi: se puede comunicar una experiencia y, más aún, hay quienes pueden "escuchar" esa experiencia. El "escuchador" de los relatos de guerra es Tomas Harris niño, quien presta oído a las historias que su padrastro Erwin Kopp, ex soldado alemán, le cuenta de su adolescencia. Es decir, los poemas se enmarcan al interior de una situación narrativa: "la cosa es que crecí, algunos años de mi vida, junto a él, y ya en mi adolescencia, algunas cervezas mediante, comenzó poco a poco a hablarme de la guerra. Por supuesto que le costaba, pero no sé por qué vio en mí a un escuchador válido" (Harris, 2001a: 86-87). Se trata de una situación narrativa enmarcada en un diálogo, un yo sobreviviente le cuenta, traspasa experiencias a un tú que es receptivo. Ahora bien, ¿qué hace el escuchador? Elabora a su vez un nuevo relato, poemas que dan cuenta de la primera narración. Los poemas están en el lugar de la experiencia, los poemas "narran", es decir, "transmiten una experiencia". Recordemos la distinción benjaminiana de narración versusinformación. La narración se inscribe dentro del marco de la tradición oral, en la que se transmite, junto con la historia, un saber. En el caso de la guerra, para Benjamin sería el "acontecimiento sin testigos" (para ocupar una nomenclatura de Agamben) o un acontecimiento que se resiste a entrar en el relato: los soldados vuelven mudos. Los textos de Harris son, entonces, la enconada y doble resistencia a esta supuesta mudez: habla el soldado y poetiza el joven que escucha al soldado. Veamos ahora qué experiencia porta la poesía en cuestión.
Nos centramos en el análisis de tres poemas seriados: "Regreso a casa" (Primera versión), "Regreso a casa" (Segunda versión) y "Regreso a casa" (Tercera versión). Esta vez la ya clásica seriación adquiere una innovación, son versiones4, como si un nudo permaneciera no dicho y se insistiera majaderamente en volver a él. Leído así es mucho más evidente el intento de comunicar una experiencia, de hacerla transmisible. Ya no es sólo una serie que indica temporalidad o secuencia, sino un gesto de búsqueda, la palabra que vuelve sobre sí misma hasta que se haya dicho lo que había que decirse. Así leemos el término "versión". Hay siempre más versiones, más posibilidades de decir lo indecible. ¿Cuál es el núcleo de esta experiencia?: los cruces temporales que afectan a la subjetividad. Un joven que vuelve de la guerra y ya no es el mismo. Pero no sólo él ha cambiado, también el espacio al que regresa (el hogar). Los cruces temporales se dan entre el sujeto que era y el que es, el hogar que era y el que es, y las posibilidades de encuentros o desencuentros mutuos.
La Primera versión se abre con el siguiente verso: "Bienvenido a casa" (Harris, 2001a: 92). El joven soldado inicia un reconocimiento de su entorno. Parte por los objetos y la constatación de que siguen ahí: "revisa tus objetos, sobre todo los azules, tus botas, tus chaquetas viejas" (2001a: 92). Aún no se nos dice el resultado de la re-visión. Pero está claro que el acto contiene la constatación de un antes y un después. Los objetos "suyos" antes de la guerra y esos "mismos" después de la guerra. Luego, la "re-visión" se dirige ahora hacia la naturaleza: "el ruido de la frondosidad de los olmos cuando todavía no los habíamos talado para lograr un poco de lumbre" (2001a: 92). Hay ya el asomo de una "pérdida", de una diferencia: el bosque ha sido talado, no es el mismo. Continuamos: "ahora estamos en un círculo milagroso en torno a la hoguera". Es el espacio perfecto para que advenga el "relato oral", la narración según Benjamin al calor de la hoguera y la predisposición anímica. Más lo que viene es la mirada acuciosa que todo lo tasa y lo sopesa: "Miro todo lo que alcance el radio de la lumbre" (2001a: 92). Y, finalmente, adviene el deseo de la sustitución. El joven soldado que ha sometido a revisión sus objetos y su entorno, frente a la aparición de una rata negra, ofrece: "rata negra cambiemos de piel; yo te regalo mis viejas prendas y tú me das tu inmortal inconsciencia" (2001a: 92). ¿Qué es lo que está en juego en este extraño cambalache? ¿Qué es lo que se permuta? Pues lo central de la experiencia del regreso: la conciencia del paso del tiempo y su poder devastador. Sólo en este último verso podemos vislumbrar retroactivamente el juicio del resultado de la re-visión, el resultado es negativo: el joven ha pasado por la experiencia de la muerte y ha envejecido; la rata posee la inmortalidad. Inmortalidad entendida como la ignorancia del tiempo y de su herida. La herida del soldado no es tanto la de la guerra en sí, sino la del regreso y la constatación de la pérdida del hogar. Se vuelve a lo conocido y, sin embargo, distinto. Esa escisión temporal del antes y el después y el desastroso ahora es lo que se desea permutar en la "inmortal inconsciencia" de la rata.
Pasemos a la Segunda versión. Esta versión la podemos entender como una especie de retorno, de re-visión y de vuelta atrás. Es la repetición, como la entiende Ricoeur, en donde se vuelca hacia lo ya acontecido para buscar en él lo que permita abrirse al futuro. Efectivamente, el primer verso de la Segunda versión remite dialógicamente al primer verso de la Primera versión. "Bienvenido a casa" de la Primera versión se entreteje con este otro primer verso: "La bienvenida, ¿de quién?; / o, más bien, ¿de qué?"(Harris, 2001a: 93). En este gesto leemos una especie de borradura derridiana tal y como la localizamos en algunos textos posmodernos5. Borradura en la medida en que se viene a cuestionar y a poner en duda la sentencia anteriormente afirmada. Si se hablaba de "bienvenida", preciso es preguntarse por el sujeto que la otorga. En esta Segunda versión hay un ahondamiento en el quiebre temporal avisado en la primera: el antes y el después de la guerra y su funesta acción y poder de cambio sobre el hogar, lo "conocido" por excelencia. Tanto así que lo heimlich se vuelve unheimlich. Lo propio se tronca en ajeno, desconocido. Se afirma en nueva contradicción o borradura que no se quiere hablar de, más se habla de: "no quiero hablar de la sustitución de las flores por el barro, de las tejas por alambradas de púa, de la puerta por un orificio mudo, como esperando que le arranquen una muela, una tetera o el sofá" (Harris, 2001a: 93). Aquí está patente el cambio y el paso destructor del tiempo. Si la casa no puede, en su cambio, dar la bienvenida al soldado, entonces, los padres. Nueva negación y constatación de cambio: "si Padre y Madre ya han muerto". Más cambios: "yo vi el río seco, o vi sangre en lugar de la cotidiana agua verde de su curso". Hasta aquí el texto no hace más que negar lo que ha afirmado inicialmente: "Bienvenido". Pero, ¿quién da la bienvenida? Debemos concluir que no hay bienvenida, no hay "regreso a casa". El soldado que vuelve de la guerra se transforma en un sobreviviente, se salva de la muerte en el campo de batalla mas no regresa a la vida, queda así en un estatuto intermedio. La "experiencia" a narrar entonces es ésta: la del desarraigo, la del imposible regreso, la de la escisión tanto del tiempo como del sujeto que no se halla en ninguna parte.
La Tercera versión (Harris, 2001a: 94) implica un cambio en el sujeto. Hasta el momento, el soldado revisa y mira su entorno, más ahora es el soldado el observado y sujeto a revisión: "la casa me mira y no me reconoce". Por primera vez en el poema se nos da una marca temporal: ¿Tanto he cambiado en un año? El lapso originador del, ahora lo sabemos, doble cambio (del sujeto y del hogar), es un año. Insistimos en el cambio situado al interior de un vínculo, de una relación. No es que el soldado cambie y el hogar cambie, sino que el soldado cambia para el hogar y éste para el soldado. De ahí el desencuentro. Ahora bien, no es sólo un año sino la "eternidad": "¿tanto varía el gesto en la eternidad de la guerra?" ¿Por qué eternidad si se trata de un tiempo medible? Ante la hostilidad de la casa el soldado apela a un pasado común, pasado en el que la identidad aún existía: "Mira, le digo, soy yo". Ese "soy yo" muestra su propia escisión, ya que apela al pasado, no hay coincidencia entre el presente del "soy" y el predicado mediante el cual se define (los verbos en pretérito de jugar y acariciar): "soy yoel que jugaba escondido en el desván con las muñecas de mi hermana Ingrid, yo que acariciaba el pasamanos cuando bajaba hacia tu vientre a desayunar". Por más que el soldado intente, en la heterotopía del lenguaje, crear la identidad entre el yo del presente y el yo del pasado, la casa niega esta identidad: "parece que la casa se encogiese". Es decir, no hay reconocimiento, no hay bienvenida, no hay regreso a casa. Ahora bien, ¿cuál es el resultado de este no reconocimiento para el sujeto? Pues que queda en un estado intermedio, en un presente suspendido en el tiempo: "No sé si avanzar (…) Y tampoco puedo volver mis pasos: no tengo otro lugar adonde ir". El sujeto que retorna de la guerra es un apátrida por excelencia, ha perdido su hogar (pasado) y con él su futuro. Queda así desgarrado y se sitúa en la crisis misma.
Veamos con mayor detenimiento el manejo del tiempo en los poemas en cuestión. Ricoeur (1999) distingue tres niveles o grados de profundidad en el tiempo: temporalidad, historia e intratemporalidad6. ¿En cuál de estos tres niveles situamos al sujeto sobreviviente, al soldado que regresa de la guerra? Paradójicamente, en ninguno de los tres. El sujeto no accede a la temporalidad ya que este es un "tiempo para", se "cuenta con él" y es el de la acción propiamente tal. Si bien se nos entrega una sola datación, la del año que se ha estado en la guerra, lo que se viene a poner en duda precisamente es que se trate tan solo de un año y nada más. Si la intratemporalidad es el tiempo de la intervención, pues en el relato-poema se ve a un sujeto impedido de actuar, no puede ni avanzar ni retroceder. Decididamente no cuenta con el tiempo. Historicidad encontramos en la medida en que se mira al pasado, pero este pasado no logra rescatarse para el presente, el sujeto no logra la ligazón en la medida que el pasado queda inconexo de su presente, no le permite la reunión en un yo definido y reconocible por el otro, en este caso la casa. Mucho menos podemos hablar de temporalidad como un vínculo entre los tres éxtasis temporales: pasado, presente y futuro. Lo que hay en las versiones de "Regreso a casa" es primero la imposibilidad del retorno, es decir, se quiebra con el nivel de la historicidad y luego, como resultado de este quiebre, el desprendimiento o anulación del futuro como proyección. Lo que indaga el poema es la "eternidad" o la suspensión de las coordenadas temporales que paralizan al sujeto. El sobreviviente sale de las coordenadas temporales. La experiencia radical de la guerra y la abertura del antes y el después suspenden al sujeto en un ahora que no es lo mismo que un presente. El presente se caracteriza por su conexión con el pasado y el futuro. El tiempo del sobreviviente es el de la expulsión. Se llega así a la radicalidad del acontecimiento a narrar, la guerra es desgarradora y sólo origina un relato que demuestra el doble desgarro del sujeto y del tiempo. ¿Hay un "fin" en el relato de esta vuelta a casa? Una bienvenida podría ser un fin, una consecución lógica o esperada del acto de regresar. Un rechazo y una vuelta a la acción de la guerra también es un fin pausible. ¿Qué hay en esta serie? Un fin que no lo es: un sujeto parado, digamos paralizado, entre el hogar que ya no es tal y un pasado imposible: "tampoco puedo volver mis pasos: no tengo otro lugar adonde ir. Dudo si quedarme aquí de pie, eternamente tal vez o hasta que muera de ruina" (Harris, 2001a: 94). La experiencia de la guerra ha despojado al sujeto de su lugar en la historia, lo ha destituido a su vez de su finalidad, de su capacidad de actuar.
Pensemos ahora en el estatuto de sujeto, ese "resto" que permanece de pie y al que sólo le queda esperar en una espera que no espera. Según Ricoeur (1996), la identidad consta del juego del ipse con el idem7. Las narraciones de ficción suelen mostrar a un ipse (quién) sin el apoyo de su idem (carácter). Mas lo que tenemos en el sujeto sobreviviente es aún más extremo: no hay ipse, ya que se ve imposibilitado de actuar debido a la escisión temporal, y tampoco hay idem, ya que sus rasgos (gestos) que lo mantenían en el tiempo como idem le han sido arrebatados por la guerra. El sujeto que vuelve de la guerra ha sido doblemente despojado: primero de su identidad como idem o suma de rasgos que permiten reconocerlo (el sujeto es de hecho irreconocible) y luego de su identidad como ipse o actuante, ya que no puede ni regresar al pasado ni proyectarse al futuro. Llegamos ahora a la paradoja por excelencia, ¿cómo puede este no-sujeto, doblemente anulado y despojado, dar testimonio de su experiencia? La respuesta es sólo una y es que ese no-sujeto, esa cáscara o cuerpo aún humano, recupera, con el paso del tiempo, al menos una de sus identidades y relata a otro su experiencia límite. Ese sujeto recobrado en y por el relato es, referencialmente hablando, Erwin Kopp y es también, como Harris nos advierte en su introducción, "una figura poética". Es decir, es el relato-poema el que muestra la problemática del sujeto puesto a narrar una experiencia límite: el no-retorno a casa. La posibilidad de la narración o la narración pese a todo es positiva en la medida en que da fe de una subsistencia de un sujeto. No creo poder explicar del todo la paradoja en la que nos movemos, sólo quiero constatar que mientras haya narración habrá algún tipo de sujeto. Puede ser que aquí sea Hannah Arendt quien demuestre tener razón cuando afirma que no es el sujeto de la experiencia el llamado a historiar, sino un narrador externo y con distancia. ¿Es Tomás Harris el sujeto que actúa de historiador y quien le da coherencia a la experiencia muda de la que hablaba Benjamin? En todo caso, hay transmisión de experiencia y eso es lo que queremos recalcar. Es decir, en "Regreso a casa" en sus tres versiones existe una narración a contrapelo, en la medida en que cuestiona tanto el tiempo como el sujeto postulado por Ricoeur. Sin embargo, y pese a todo, el relato subsiste.
NOTAS
1 Tomás Harris (nacido en 1956) se ubica dentro de la generación del ochenta y cuenta con una vasta producción poética, la que consta hasta el momento de los siguientes poemarios: Zonas de peligro (1985), Diario de navegación (1986), El último viaje (1987), Alguien que se sueña, Madame (1987), Noches de brujas y otros hechos de sangre (1993), Cipango (1992), Los siete náufragos (1993), Crónicas maravillosas (1996), Encuentros con hombres oscuros (2001), Ítaca. (2001), Tridente (2005) y Lobo (2007). A esto se le suma Historia personal del miedo (1994) (cuentos). Ha sido reconocido con los siguientes premios: Premio Municipal de Poesía 1993 porCipango, Premio del Consejo del Libro y la Lectura 1993 por Los siete náufragos, Premio Pablo Neruda en 1995, Premio Casa de las Américas en 1996 por Crónicas maravillosas y finalista del Premio Altazor con Encuentros con hombres oscuros.
2 Nos referimos a las teorías sobre la narración y la trama expuestas por Paul Ricoeur en su obra Tiempo y narración (2004). Requisito básico de toda trama es la configuración interna y el grado de coherencia entre principio, medio y fin.
3 Por motivos de espacio en esta nota hemos escogido un análisis, en la investigación total abordamos, además ,"Una ínfima hecatombe", "Sueño", "El hombre sin brazos", "Las jornadas del sordo" y "Crónicas maravillosas".
4 El recurso a las versiones parece provenir de Georg Trakl, mas en Harris son poemas distintos, en el caso de Trakl (1994) es un mismo poema con cambios o retoques. A modo de ejemplo, ver el poema "ocaso", el que tiene cuatro versiones.
5 El concepto lo extraemos de Brian McHale en Postmodernist fiction (1991). McHale, siguiendo a Derrida, sostiene el estatuto de la borradura como la simultánea presencia y ausencia: "Physically canceled, yet still legible beneath the cancelation, these signs sous rature continue to function in the discourse even while they are excluded from it" (McHale, 1991: 100). Procedimientos narrativos que se dejan adscribir bajo la borradura son variados. Por ejemplo: el "retake" (secuencias son dadas para luego ser negadas), el "excluded middles" (un acontecimiento ocurre y no ocurre al mismo tiempo o un mismo acontecimiento ocurre dos veces pero de modo irreconciliable) y la multiplicación del comienzo y del fin.
6 La intratemporalidad es el tiempo medible y con el que contamos para actuar. La historicidad es el tiempo del pasado al que recurrimos para conectarlo con nuestro presente. La temporalidad es la unión entre pasado, presente y futuro. Ricoeur se basa en los postulados de Heidegger.
7 Ipse e idem son dos modos de concebir la identidad. Ipse se refiere al sujeto como agente y que responde de sus acciones, se le concibe como un "quién". Idem, por el contrario, es un concepto ligado a un substrato siempre idéntico y no mutable. Es el sujeto como un cúmulo de características y que responde al "qué" (Ricoeur, 1996).

REFERENCIAS
Agamben, Giorgio. 2000. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Valencia: Pre-Textos.        [ Links ]
Arendt, Hannah. 1993. La condición humana. Barcelona: Paidós.        [ Links ]
Benjamín, Walter. 1991. El narrador. Madrid: Taurus.        [ Links ]
Harris, Tomás. 1995. Los siete náufragos. Santiago: RIL.        [ Links ]
___.1996. Cipango. Santiago: F.C.E.        [ Links ]
___.1997. Crónicas maravillosas. Santiago: Editorial Universidad de Santiago de Chile.        [ Links ]
___.2001a. Encuentros con hombres oscuros. Santiago: RIL.        [ Links ]
___.2001b. Ítaca. Santiago: Lom.        [ Links ]
___.2005. Tridente. Santiago: RIL.        [ Links ]
White, Hayden. 1992. El contenido de la forma: narrativa, discurso y representación histórica. Trad. Jorge Vigil Rubio. Barcelona: Paidós.        [ Links ]
Levi, Primo. 2006. Si esto es un hombre. Trad. Pilar Gómez Bedate. Barcelona: El Aleph.        [ Links ]
McHale, Brian. 1991. Postmodernist fiction. London: Routledge.        [ Links ]
Ricoeur, Paul. 1996. Sí mismo como otro. Madrid: Siglo XXI.        [ Links ]
___.1999. Historia y narratividad. Barcelona: Paidós.        [ Links ]
___.2004. Tiempo y narración. México: Siglo XXI.        [ Links ]
Trakl, Georg. 1994. Obras completas. Madrid: Trotta.        [ Links ]


* Este trabajo es parte del proyecto de investigación Fondecyt Nº 11075019, titulado Constitución de un sujeto sobreviviente en la poesía de Tomás Harris: Trauma, cuerpo y narración.