Policarpo Munizaga Varela
CANTO A LAS GLORIAS DE CERRO GRANDE
Por
Arturo Volantines
El texto llamado “
Policarpo Munizaga escribe un texto de 65 versos alusivos a
Las cuatro estrofas transmiten una tradición que aún continúa en la ciudad de
En la primera estrofa da cuenta del alborozo y compromiso del pueblo de
En la segunda estrofa se refiere al compromiso de la ciudad de La Serena con la revolución. La gente se volcó a las calles cuando arribaron las tropas de Pedro León Gallo y Pedro Pablo Muñoz. Da cuenta del sufrimiento de los familiares de los caídos y de cómo la esperanza quedó sepultada entre tantos jóvenes muertos al pie de la bandera constituyente de la estrella de oro con el azul de cielo eléctrico. Señala: “Sus buenos hijos, ese pueblo inmenso/ Que sus plazas cubrió himno cantando…”.
Después se refiere a ese negruzco monumento natural de La Serena que es el Cerro Grande, lugar de la batalla. Nombra a varios de los más notables constituyentes caídos; y, entre ellos, al héroe y poeta, Ramón Arancibia Contreras, Comandante del Estado Mayor de las tropas revolucionarias y autor de “
En la última estrofa vuelve el poeta a su ciudad amada; valora su belleza y su mansedumbre tal como un siglo después lo haría Fernando Binvignat.
En las últimas décadas hemos revisado muchos documentos y textos en torno a las rebeliones mineras del Norte; y, especialmente, de la gesta de Pedro León Gallo; sin embargo, mucho de estos documentos han estado siempre cargados de formalidades, parcialidades diversas, interpretativas formas, contradictorias escrituras y códigos, y casi siempre de pálidos reflejos de los ambientes y sucesos verdaderos de los hechos; cada cual ve con el ojo de su perspectiva, y cuando más académicos han sido los comentarios más alambicados y fútiles los aportes.
Por ello, el poema se vuelve notable, más allá de su contructo verbal y de su arquitectura epocal, logra hacer(me) ver y sentir claramente lo que nadaba entonces al interior del pueblo en esos sucesos después de la derrota de Cerro Grande y de su claro mensaje de que la lucha continúa hasta que Atacama (y su norte) se recuperé para sí misma, para el destino que se ha ido ganado por siglos.
Este poema es un excelente poema en mí, en mi lectura; porque me hace ver tal como fue y en su esencia ese tiempo y esa atmósfera acotados que se vuelven memorables y contemporáneos e inmortales, más acá del tiempo y más allá de los héroes y tumbas y duelos. Ésta es la belleza que se sobrepone cuando es arte como un fogonazo que ilumina el mundo en su ser y queda en su esencia viviendo, tal como el poeta las hizo suyas para las nuevas generaciones.
Es la poesía de la gesta de un pueblo que se convierte en el arte por y de un poeta de mi provincia en el mundo; ya que “en poesía no existen pueblo subdesarrollados”[2]. Es el comienzo de la aurora de la maciza matria tutelar de los atacameños, la misma de Gabriela Mistral y de Pedro León Gallo.
después de la Batalla de Cerro Grande,
29 de abril de 1859[3]
Por
Policarpo Munizaga[4]
La ciudad de los huertos y jardines,
De los castos amores
Medio envuelta en su velo de vapores
Qué triste y sola está.
Y cuan mudada
De lo que ayer se viera
Cuando halagaba sus oídos tanto,
De los hijos del norte el son de guerra
Sobre su frente mustia, solitaria
Tendió sus alas negras.
La noche funeraria,
Y todo es luto, sombras y quebrantos.
Y donde ayer se oyera
El eco de los libres poderosos
Ahora sólo impera
Del agorero búho el son medroso.
Sus buenos hijos, ese pueblo inmenso
Que sus plazas cubrió himno cantando
No la acompañan ya…...Bravos lidiando
Al pie de su estandarte sucumbieron.
Y a los que de esa suerte
En la gloriosa lid no hallaron muerte
La saña de verdugos inhumanos
Con hierro vil ató sus nobles manos.
Hija del mar, tristísima velando
En tu collado ameno,
Ahora exhalas de tu seno
El plañidero acento de una esposa,
De una madre infeliz, de una hija amante
Que lloran por la patria desgraciada.
Y en el campo homicida
Tanta sangre de mártir derramada,
Tanta esperanza al fin desvanecida.
No muy lejos, al lado del oriente,
Teatro de tanta hazaña,
Entre las muchas sombras se alumbra
La negruzca montaña
A cuyo ondeado pie yacen sin vida
Tantos valientes
De la legión guerrera:
Ramos y Parker, Claros y Aldunate,
Arancibia, después Armas, Herrera,
Y mil otros que allí yacen exánimes
Por recobrar la libertad perdida.
Lucida juventud que osó atrevida
La Patria levantar tiranizada
Y apartar para siempre de su suelo
Esa Hidra feroz, entronizada
Que pretende con garras fratricida,
Sobre un trono de cráneos cimentado
Dominar sobre raza envilecida
Arrancar de
E incendiaria y cobarde
Arrogante, enseguida hacer alarde
De ese triunfo infernal de sus hazañas.
Ave del mar en su marina roca,
Bellísima Serena
De tu vega fecunda el sauce hermoso
Con tus dulces conciertos no resuena
Tus cantos populares
Tan gratos al oído.
En vano busco en el florido suelo
Tan sólo el mar en la vecina playa
Atruena bronco en tumbo repetido,
Como en señal de duelo.
[1].- Figueroa, Pedro Pablo; Historia de
[2].- Zalamea, Jorge; La poesía ignorada y olvidad; Casa de las Américas, Cuba, 1965.
[3].- Rescate y transcripción del texto: Osven Olivares Castro. Tomada del diario El Coquimbo del día jueves
[4].- Nació en La Serena el año 1833. Falleció en 1890. Estudió en el Liceo de Hombres y luego trató de abrazar una carrera universitaria en Santiago, la que se vio frustrada por una enfermedad. Vuelto a la ciudad se dedicó a labores de prensa y poesía, siendo uno de los muchos seguidores de la corriente romántica que imperaba en la zona. Fue activo colaborador en las tareas literarias emprendidas por los hermanos Manuel y Jacinto Concha, quienes manejaban un diario donde comenzó a destacar. En 1887 obtuvo un premio de carácter nacional en el concurso convocado por la U. de Chile y financiado por el esteta y político Federico Varela. Durante ese lapso publicó “Recuerdos”, que formó parte de un conjunto de piezas y poesías que más tarde compiló Julio Vicuña Cifuentes y que se difundieron en una publicación onomástica con varios prosistas, poetas y científicos de la ciudad. Uno de sus hijos, Julio Munizaga Ossandón, que se graduó como abogado, siguió su tendencia poética logrando varias publicaciones conocidas a comienzos del siglo XX. (Biografía de Fernando Moraga Acevedo).