miércoles, 31 de marzo de 2010

ENTRE NEGRAS (Eduardo Farías Alderete.)

3/31/2010 07:13:00 p. m.

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ENTRE NEGRAS (Eduardo Farías Alderete.)


“Gato negro” obtuvo su préstamo de consumo.

Saldría a celebrar. Invitaría a sus secuaces de juerga a una gira por las schoperías de calle Condell y las de Matta.

¡Qué le hace el agua al pescado?- preguntó

A veces lo asfixia- contestó Arnaldo.

Luis y Mauricio se reunirían con ellos en el “Savage”, local donde una larga fila de asientos y mesas a cada lado de un largo pasillo que remataba en los baños y en un jukebox, estaba abarrotado de ebrios y mujeres, no del oficio pero de moral relajada, un ambiente más que apropiado para sus fines, según “Gato Negro”, desbordando confianza en sí mismo.

Pronto las cervezas “Escudo” llegaron a la mesa, las traía una colombiana preciosa, nunca habían visto una mulata que tuviera unos senos como esos, con la comprensible duda, de que si eran producto de la silicona o de la madre naturaleza con esa bendición estética. Un culo como tallado para máscara proa y una cintura que sobrepasaba los niveles del milagro. Los ánimos quedaron encendidos y pronto se recurrió a las maquinas fotográficas y teléfonos celulares.

Los minutos corrían y la mesa se repletó unas seis veces con los envases.

Salieron de allí con rumbo vacilante hacia las una de la madrugada. El público noctámbulo deambulaba en las calles; hombres, papas rellenas, dealers y féminas ligeras de ropa.

Los pasos se dirigieron al “Beer Boys” decididos a “rematar” donde hubiese mujeres dispuestas.

Al llegar, se miraron entre sí. El ambiente era oscuro las paredes negras. Comenzaron a transar con un par de morenas que ofrecían un extraño “paseo por montaña rusa” o quizás era un “pajeo a la rusa”, el oído les fallaba.

Al momento de cotizar precios, un cortocircuito acalló la música. Los parroquianos se alteraron y las linternas no se dejaron esperar. Los cuatro gentiles decidieron retirarse del lugar. Las mujeres obstaculizaron el camino con arrumacos ofertas y dulces exigencias. Hasta que una de ellas le pregunta solicita a Luis que contesta:

- Hay que hablar con el “Jefe” y al “Jefe” no le agrado el local- Indicando a “Gato Negro”

En fracción de segundos tres negras se abalanzaron sobre el Jefe y lo tironeaban de un lado a otro tratando de convencerlo. Los demás aprovecharon la batahola para alejarse. A poco caminar se percataron que el felino amigo continuaba siendo acosado por las fulanas, que parecían no dar su brazo a torcer.

Era una jauría de perras atacando al indefenso hombre.

Salió arañado y por poco le sacan la camisa que llevaba ostentosamente el logo de la empresa en que cumplía sus funciones. Las risotadas no se dejaron esperar.

Continuaron con el itinerario.

La próxima parada era el “Blue Moon”. Entrando se encontraron con un indigente que departía de una manera feroz con una de las chicas. Un espectáculo goyesco. Se retiraron inmediatamente.

“Ángel Negro” , tugurio que si no es por la música estridente y el video que se proyectaba, era capilla mortuoria. Por lo visto los difuntos eran los miembros.

El cuarteto camino por calle Uribe hacia abajo. Los adoquines removidos y las reparaciones del asfalto, agravaron lo accidentado de la caminata.

Giraron a la derecha por Condell.

Sin pensarlo mucho entraron al antro vecino al “Amazonas”. En diagonal las “muchanchas” del “Colaless”, otro local del rubro, les gritaban para evitar su perdición.

Hicieron oídos sordos. Era espacioso, pero lo que hacía intransitable el pasillo, eran los sillones en forma de medialuna de tevinyl rojo y de frente un pequeño escenario, sin caño.

“Gato Negro” invitó a sentarse a su tropa y comenzó las tratativas con el mozo, llegaron las cervezas de medio litro “Escudo”. En tres tiempos aparecieron cuatro negras de alto tonelaje y de ropa ligera.

Arnaldo se abrazo inmediatamente con dos de ellas, mientras sus grandes manos acariciaban lascivamente un seno de cada mano.

“Gato Negro” con su mujer correspondiente, luego comunicó las tarifas, cinco mil un trago “cariñoso”, diez mil con “cariño intensivo”. Obvio que se pidieron tres tragos cariñosos y uno intensivo.

“Gato Negro” subió las escaleras acompañado, perdiéndose de vista entre las sillas y las mesas de un segundo piso “privado”, donde dominaba todo el panorama.

Luis dejó a su “pareja” subir al escenario mientras Arnaldo manoseaba concienzudamente a la suya y perdía su mirada en la entrepierna de la bailarina que por lo oscuro de su piel, la distancia y la luz de baja intensidad no distinguía el diseño del pubis. Ella se desató el Colaless blanco que quedó colgando como una graciosa cola.

Luego Arnaldo vio marchar a la suya, todas dejaban el apéndice blanco colgar desde sus nalgas.

Mauricio conversaba con un gesto de desprecio y asco, con la mejor de las bailarinas.

Desde donde estaban “Gato Negro” sonreía con los ojos cerrados y de la mujer no se veía nada más que un lomo que subía y bajaba.

El sostén Calipso se perdió en la oscuridad, mientras el cuello y el trenzado cabello surgía y desaparecía con una velocidad inusitada.

Arnaldo volvió a estar en compañía.

Se abrazó como si se tratara de una pareja que brindara un cariño maternal. La mujer declaraba tener tres hijos y veintisiete años. El descubrió lo difícil de determinar la edad de una mujer de raza negra, mientras su boca, se pegaba a un pezón inmenso en su circunferencia.

La boca de la mujer de Calipso, estrujaba el glande de “Gato Negro”.

Entonces Lorena, la “mujer” de Arnaldo le pregunta si se atrevía con un trago de diez mil y el “cariño intensivo” correspondiente.

Arnaldo entre irónico y afectado repuso:

- Mira, me agrada tu piel, me encanta su color, pero nunca he pagado por sexo y creo, que esta no va a ser la ocasión de hacerlo…

Lorena, la colombiana de alto tonelaje, tomó con su gran mano la nuca de Arnaldo y dirigió su cabeza hacia su entrepierna, la que dejaba entrever un pubis negro como un alma y baratamente perfumado.

Arnaldo opuso resistencia.

Luis y su “pareja” se devoraban a besos como dos enamorados, un abrazo fundía a ambos en un aire intenso.

Arnaldo se opuso nuevamente a bajar su rostro en esa entrepierna.

Su mente deambuló en una excusa de peso”. Entonces con voz dulzona y afectada argumentó:

- No tengo dinero, mi jefe tiene, tendría que hablar con él.

Lorena indico donde “Gato negro” se encontraba.

Cuando Arnaldo observó, casi palidece, jamás en su existencia había visto a una mujer moverse así. Era una masa indistinguible, de pronto pudo ver la pequeña cabeza del hombre que pugnaba por realizar un buen desempeño a pesar de que esas carnes oscuras y firmes lo envolvieran casi completamente formando un todo en ese tevinyl ajado del “privado”.

El movimiento se volvía aun mas frenético y el rostro de “Gato Negro” tomaba tintes azules, los glúteos parecían batallar para engullir su humanidad.

De pronto Lorena se yergue y se despide después de la negativa.

La mujer que acompañaba a Mauricio terminó de un trago la copa y se acercó a Arnaldo preguntando si su amigo era homosexual o no. Se encogió de hombros quedando solo en el sillón observando el deplorable baile de la chica de turno.

Entonces se aproximo una exuberante mujer, seguro atraída por la virilidad de Mauricio. Le sonríe se presenta, algo le dice al oído y le va a abrazar. Mauricio le responde de una manera brusca.

“Gato Negro” venía descendiendo por las escaleras cuando presencia a la mujer que envía un derechazo al mentón derribando a Mauricio.

Arnaldo con estupor no supo cómo reaccionar limitándose a lanzar una risotada. Esa fue la alarma que movilizó a tres mujeres, a los mozos y al matón del local. Pronto un par de sillas volaron por los aires.

Luis estaba sobre una mesa pateando botellas y ofreciendo sus puños.

Arnaldo se había incorporado pero las manos de las negras se confundían con sus cabellos y volvía a sentarse a la fuerza.

Los puños y las botellas iban y venían.

Mauricio aterrizó de quijada en la acera. Luis cayó de golpe sobre él. Arnaldo caía de bruces sangrando profusamente desde la frente.

De pronto se dibuja una silueta en la puerta del local que arrojada con fuerza, dignamente cae de pie. El hombre miró a su alrededor.

Sonrió.

Las mujeres del “Colaless” mostraban sus blancas nalgas gritaban y reían:

“Las vieron negras chiquillos!!!”



Eduardo Jeraldo Farías Alderete. Nacido en Antofagasta el 7 de Agosto de 1969. Egresado de Derecho editado en Antologías y revistas. En el 2006 publica "La Reina de Copas" desde el año 2001 hasta el 2009 imparte y colabora con el taller de poesia de la Casa de la Cultura. Forma parte del Colectivo Imaginario "Nueva Nortinidad" Editor de la Escafandra 1 bligoo.