miércoles, 10 de febrero de 2010

Camanchaca, cuando la niebla cubre el alma (por Eduardo Farías Alderete)

2/10/2010 12:24:00 p. m.

Camanchaca lleva por nombre la primera novela de Diego Zúñiga, desde los primeros párrafos asalta esa idea de la distancia que antepone el protagonista a todo lo que ve , a todo lo que siente, el viaje a Iquique y luego a Tacna, no es más que un iter escabroso entre la conciencia , la historia personal, la historia de disgregación familiar, leitmotiv de la obra en si. Este desapego este muro de falta de comunicación, secretos, verdades a medias y mentiras a secas tiene un límite: La relación del protagonista con su madre, piedra angular de muchos de los hilos paralelos de la historia, ya que hay dos grandes afluentes en la historia de este joven de 20 años.Ahora la ambientación, el desierto, el camino extenso, los cerros que dan un aspecto de cementerio de dragones, una ciudad, Iquique, con sus locales, sus calles, su mítico Tsunami (acá en Antofagasta tenemos algo parecido, y que cada cierto tiempo aparece) las precauciones al respecto, la señalética, El Morro, una pasada rápida por Alto Hospicio, la soledad de los habitantes del desierto, se convierten en un todo con el aparente “frío equidistante” del protagonista.Sin duda , ayuda la narración hecha en párrafos separados para llevarnos a una suerte de viñeta distinta, a un lenguaje corto, preciso, no mezquino, sino el suficiente como para darte con las narices en otra de las dinámicas interpersonales distantes , gélidas, algunas con culpa, otras rayanas en religiosidad absurda.Tal vez, aquel que no conoce el desierto y sus ciudades pensará en que sus habitantes son de alma árida, quizás, en algún porcentaje, no lo sé, he vivido toda mi vida aquí.Ahora, al lector, que camine en pie seguro, y asienta con la cabeza como lo hace el protagonista un millar de veces, y entre a esta camanchaca, neblina personal , en este caso, para entrar a un camino que quizás jamás termine.