viernes, 16 de mayo de 2014

Sobre Magenta, de Fernando Ortega [por Carlos Henrickson]

5/16/2014 01:48:00 p. m.
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Sobre Magenta, de Fernando Ortega

Para los pocos que pudimos conocer Cian (autoed., 2012) de Fernando Ortega (Viña del Mar, 1983), la aparición de Magenta (Santiago: Libros del Pez Espiral, 2014) es una buena noticia, tanto al situar una escritura llena de riesgos en un circuito de lectura más expuesto, como porque, de algún modo, esta nueva unidad obligaba a ampliar los desarrollos del primer poemario. Allí ya se veía una voluntad abierta a desnaturalizar poéticamente la experiencia de la percepción, poniendo en una difícil estacada no sólo al arte como posibilidad de representación, sino al mismo autor como “demiurgo” de algo ya indefinible. Remito al interesado a mi presentación: http://henricksonbajofuego.blogspot.com/2012/11/la-molesta-percepcion-presentacion-de.html.
Magenta entrega la muestra amplia de registros poéticos que, siendo distintos, confluyen en su voluntad de síntesis y en la situación de radical despojo de la poesía como posibilidad de belleza. El libro se inicia con poemas de transparente evocación personal, en que Ortega parece hacer genealogía de la especial distancia que debe expresar con la realidad. La fría decisión del funcionario del cementerio y la búsqueda del hablante en los videos de Arrau de youtube, respectivamente, en los textos iniciales, tienen en común el especial trato con la muerte que puede abrir un enfrentamiento seco con la realidad, en plena conciencia de que la aparición o desaparición de entes en el mundo deja de ser algo personal para pasar a ser un tema de observación investigativa. El ajuste de cuentas con la poesía lírica difícilmente se puede expresar de modo más nítido.
Ver la experiencia propia con este desasimiento entrega pronto las señas de un nihilismo que bien aspectado técnicamente puede ser poderoso y sugerente:

Intento agarrarlas
como quien se saca una espina de tuna
pero en mi torpeza
las mato.

Pronto, otras hormigas ocupan
el lugar de las muertas
caminan lento entre mis dedos.

No importa qué tan fuerte las mire.

Sin embargo, varios textos de carácter experiencial parecen caer en una excesiva sequedad que los neutraliza, dejándolos sin efecto estético alguno. La habilidad de Ortega para síntesis poéticas breves y efectivas puede llegar a excesos en este plano que no parecen corresponder a lo mejor del libro.
Tal como en Cian, el punto fuerte de este libro es la crítica poética a la realidad aparente. Heredero, en este sentido, de Juan Luis Martínez, Ortega entrega textos de real poder inquietante, como Límites de migración específica Tao, ya presentes en el libro anterior. El último de los textos nombrados sabe revelarse como una suerte de umbral de arte poética, asumiendo el riesgo de despojo que supone la permanente y asumida duda sobre lo percibido:

Los poetas chinos podían hablar de la nieve
con la propiedad de un habitante de la nieve.
Solían cantar en ella; imponerle colores.

Cómo llegar a la nieve
            desde mi cómoda habitación
si acaso pensar sirve, si el blanco sirve
y entonces cae el sendero.

Piedras que bordean el arroyo,
el sopor intimidado por su ruido fresco.

-Pero de qué nieve estamos hablando-
me dice un chino, tendido sobre un peñasco
y vemos el pasar del agua un día entero.

Piensa en un cuadrado blanco.

No es exageración, en este sentido, asumir una pulsión mística en la mejor escritura de Ortega, tal como se desprende de poéticas con análogos saltos al vacío estético -piénsese en Gonzalo Millán, por ejemplo. Desde esta pulsión resultan naturales ciertos rasgos de ironía que el autor sabe manejar con propiedad, sin caer en el ingenio de estirpe parriana, ya tan aprendido por el oído educado literariamente en nuestro país que hasta asombra verlo aparecer impunemente.
Si sumamos el manejo de tonos precisos y sin impostación, se puede plantear a Ortega como uno de los autores jóvenes de más proyección en un escenario poético nacional que parece a la espera de alguna sorpresa trascendente e imposible -como un adicto en fase terminal ya casi incapaz de reconocer escrituras realizadas. Con mayor motivo, además, corresponde felicitar a Libros del Pez Espiral, que en poco tiempo ha ido armando uno de los catálogos más desafiantes en el universo de las editoriales independientes.