viernes, 21 de agosto de 2009

Poesía Fundacional Del Norte Atacameño

8/21/2009 07:48:00 a. m.

Poesía Fundacional Del Norte Atacameño

Luis Araya Novoa
Poeta y Académico, Arica.


No es fortuito que en la página 45 de su libro “ Lo que la tierra echa a volar en pájaros”, edición de la Universidad Católica del Norte, nº 84, 2003, el poeta copiapino, Arturo Volantines Reinoso, Primer lugar “Juegos Florales de Vicuña” 1995, apunte: “Y distraído en el fresco atardecer de la posmodernidad”, y luego, en página 97, explique con palabra a la vez lugareña y universal, el código emotivo del sujeto de su pasión, que “entre el rouge y el vino blanco”, decía, “que el barroco era clítoris de la modernidad”. Porque tales versos orientan la captación exacta del contenido lírico expresado por su decir que, siendo tenue a ratos y tonante casi todo el tiempo de lectura en su superficie, en su densa profundidad es torrente de sonido sinfónico, cadencioso y comunicativo de que el lector no sólo será convocado por informaciones y/o referencias latentes en el imaginario colectivo regional, sino -y lo importante– será estimulado en su subjetividad fundacional de participante de la vida del lugar, del país y del planeta.

El primero de estos estímulos es la combinación de vivencias nacidas de lecturas temáticas variadas con percepciones surgida del trajín diario en los entornos natural y urbano, rasgo que por persistencia se proyecta como instrumento provocador de contradicciones y asombros, concordante y coherente respecto del contenido lírico formulado: el amor es relación sensual y vitalista en la medida en que es también actitud pragmática y reflexiva. Se consolida y confirma dicha noción en consonancias más sensitivas que conceptuales en un segundo estímulo, el basado en la creatividad de seres reproducidos por hibridaje inventivo lingüístico de una especie con otra: “flameñandúes”, “páramosantos”, “óvulabras”, “queltehuanaco”, “loicañores”, “jozorrotes”, “alpacactáceos”, “aractáceas”, “tataramontes”, “comecabellos”,“guardaire”, “quirquintáceos”, que, como la “mamaíz” y el “Popolgallo”, contribuyen a la configuración de un espacio, no por poético, menos real, si se piensa en la índole onírica de los antes creados por jitanjaforización.

Asimismo refrenda, y categoriza la idea de amor sensual y reflexivo el estímulo apoyado en imágenes de cuño plástico y cinematográfico tal “girasol desdentado en un escaño”, “pampa celuloide”, “jotes (que) duermen en el mecer de las victrolas“, “acordeón del viento” “boleros que dejan los tordos en hojas del bosque”, “boca: tumba de los besos”, “trompo del sol”, y otras que marcan y demarcan el tono de himno trágicorromantico de los versos. Estas imágenes de efectividad preciosista, pero de consistente función comunicadora del mensaje señalando, se potencian en la relación ineludible que mantienen con los referentes literarios, pictóricos, musicales, históricos, geográficos, arqueológicos, míticos, legendarios y culto-populares, constituyentes del cuarto estímulo, el que sedimenta lecturas y vivencias intelectuales del poeta en su exploración y estudio del sistema de trabajo aplicado en su obra, incluso intertextualidad facilitadas por estructuras narrativas o propias de la canción citadina popular como el tango y el bolero, en especial con sus modos de ser melodramáticos y tremendistas.
Un último estímulo lo configura la serie de engarces idiomáticos a la manera inconexa del superrealismo en que se unen situaciones por el estado de ánimo o la aproximación brotada de la aparente lejanía de los opuestos: “ataúd abrochado al monumento amado” lagartos de torsos “desnudos detrás de la carroza”, “flotas de navíos por la neblina”, “sequía devorando cabras y carnavalitos”, y “pala que cava dentro de las nubes”, “loro cantando por el cielo”.

Los estímulos indicados, por sostenido afán de información y formación del lector para un auténtico entendimiento de los versos, se compaginan finalmente como procedimiento poético central establecido en el poemario, y en su calidad comunicacional y artística se familiarizan con las poéticas de Pablo Neruda en su “Canto General”, Vicente Huidobro” en su “Altazor” (en particular en su canto II), Humberto Díaz Casanueva, en su “Réquiem”, Rosamel del Valle, en su “Orfeo” y Eduardo Anguita, en su “Venus en el Pudridero”; pero no en subordinación de estilo o repetición de palabra creada, sino –y nada más que en esto– en el carácter fundacional del verbo dispuesto, que en el caso de Volantines captura la visión de un Copiapó cosmogónico y a medias fabuloso y planificado, pleno de historicidad y leyenda, palpitante en sus dominios real e imaginario, aunque no expresado literariamente en el sentido con que “ Lo que la tierra echa a volar en pájaros” lo fundó: espacio en que se revela el amor sensual y reflexivo, enriquecido en su formulación de amor por la tierra, la región, el lugar (sin por ello por relacionarse con la poesía lírica, pues a diferencia de ésta, el contexto de la obra de Volantines es muy cosmopolita, acorde las técnicas de formatividad empleadas).

Los versos de las páginas 91-92, en que se organiza a nivel paradigmático, la intuición y el pensamiento poético puestos al servicios de un territorio artístico, como si en él “poéticamente habitara el hombre” (Holderlin), exaltan y completan el amor por la amada, encuentro y desencuentro, compañía y soledad límites, fascinación y desencanto alienantes, ya que es Eros urbi et orbi posicionándose y poseyendo la comarca toda, con el fortalecimiento, en consecuencia, del femenino regional, la zona novia, la provincia esposa, la mujer telúrica, por quién y desde quién se funda la vida geográfica, histórica, mítica y económica. Volantines proyecta así, desde aldea a metrópoli, un ritual oficiado con liturgia preparada en cánones del mejor verbo lírico traditivo y taraceado de sonoridades coloquiales y cultos, y sin menoscabar su romántica nostalgia y su anhelo fundacional atacameño, precisa que si “lo majestuoso amanece en mí de esta tierra....me basta ser grillo debajo de la piedra” para que “la plegaria de los memoriales elevándose” sea “el carnavalito del charantánceo borracho por el florecer del desierto” y “las palabras sean para procrear árboles y no corvo”.

Poesía fundacional, ética y estética en grado sumo, en síntesis.