viernes, 3 de julio de 2009

JORGE TEILLIER: EL POETA QUE QUERIA VOLVER A SER UN NIÑO

7/03/2009 05:49:00 a. m.

El poeta Jorge Teillier nació el 26 de junio en 1935, en el pueblo de Lautaro, Región de la Araucanía. Poeta y profesor de Historia y Geografía, fundador junto a Efraín Barquero, Rolando Cárdenas y Alberto Rubio principalmente de la denominada POESIA LÁRICA o de los LARES. Es decir, los poetas que reverencian a las divinidades del hogar, a los dioses que dan la lumbre en los espacios del cobijo. Son observadores, cronistas, transeúntes, simples hermanos de los seres y las cosas, que aspiran a recuperar la edad de oro que supuestamente experimentaron en la infancia. De inmediato mi intención es dar a conocer los argumentos y señales de por qué este poeta tiene una valiosísima calidad poética y admirable solidez de pensamiento en cuanto a su ética que mantuvo durante toda su existencia. En sus poemas se sintió ese deseo de retornar a la infancia, al calor del hogar y al espacio de su tierra natal. Destaca en su obra la nostalgia por el paraíso perdido, y los rincones olvidados que señalaban el comienzo del bosque y el pueblo fantasma que hoy es Lautaro. Cuando le preguntan a Teillier por su infancia, él responde implacable: “En alguna parte escribí que no hay infancia feliz. Siempre junto una infancia está el Ángel bueno y el Ángel malo, están la dicha y el terror, están el entusiasmo y el aburrimiento. Curiosamente recuerdo mucho el aburrimiento que yo sentía en la infancia y los largos que hallaba muchas veces los días. Pero si ahora hago un balance, pienso que fue una infancia feliz, con una familia que lo fue; con un padre y una madre cariñosos, estimuladores; muy exigentes sí, para que fuera buen alumno – cosa que apenas lograban -. Buenas amistades y una naturaleza que era muy enmarcadora; un río, molino, muchos árboles, gentes de distintas hablas, viejos colonos, franceses, alemanes, junto a mapuches. Tú oías hablar tres o cuatro idiomas en las calles. Ahora lo veo. Tenía un brillo especial, que difícilmente lo tendría una lautarina actual. O de Angol”(1) . Los recuerdos y palabras suman y siguen:”Si me preguntas de la infancia y de la adolescencia, te digo que mi padre era contador de impuestos internos, en la séptima zona como dicen los funcionarios públicos. El viajaba mucho, tenía que revisar contabilidades de industriales y negociantes de región; y desde los cinco años viajaba conmigo. Me dejaba siempre solo en un hotel, con un libro, y que yo paseará por las calles. No era sobreprotección. Al contrario, él quería que yo supiera estar solo en cualquier parte del mundo, desde niño”. Además como el propio poeta declara que nunca fue deportista, ya se estaba gestando en él el intelectual y sensibilidad contempladora de los paisajes que circundan su crecimiento y desarrollo, que después de todo es esa amalgama, lo convertiría en el prolijo poeta al cual todos admiramos y conocemos.

En relación a esto señala:”No recuerdo haber intentado poema alguno hasta los doce años de edad. La poesía me parecía algo perteneciente a otro mundo y prefería leer en prosa, leía como si me hubieran dado cuerda. Leía de todo desde cuentos de hadas y el “peneca” hasta Julio Verne, Knut Hamsun y Panait Istrati, por quien aún vuelan los cardos en el baragán. Desde los doce años escribí prosa y poemas, pero en Victoria, ciudad donde aun suelo vivir, fue donde nació mi primer poema verdadero, a eso de los dieciséis años , el primero que vi, con incomparable sorpresa, como escrito por otro. Recuerdo cómo escribí mi poema que me gusto de verdad , que se llamaba Otoño Secreto, en Lautaro, el año 1952”. ( 2)

Se observa en Jorge Teillier su acentuada formación literaria, la de sus primeras lecturas que señalarían un auspicioso camino y la de una vocación profunda y sincera en la literatura. En ese sentido, le da una merecida importancia a la literatura y al lenguaje como instrumentos de comunicación, expresión y creación. Teillier aún en su adultez veía todas las cosas como si las viera por primera vez. Hay que saber ver la vida como cuando se era un niño. Y la perdida de esta posibilidad impide la expresión de manera original, es decir personal. Teillier escribía lo que le dictaba el verdadero YO y por ello logró una destacada transcendencia y singular espacio en la literatura chilena. Volviendo a la idea de que Teillier era el poeta que quería retornar a ser un niño, él decía:” la infancia no solo es el dominio de la pureza sino que también allí los ángeles de las tinieblas extienden sus alas”. (3) Claramente señala que en su infancia se encontró con el Bien y el Mal, pero para él era algo natural, porque se ha dicho que la maldad está incluso en el átomo. Otro aspecto que percibía el poeta era la visión sobre el tiempo y lo que esta significaba para él:” Para mí la poesía es la lucha contra nuestro enemigo el tiempo, y un intento por integrarse a la muerte, de la cual tuve conciencia desde muy niño, cuando sentía sus pasos subiendo la escalera que llevaba a la torre de la casa donde me encerraba a leer. Sé que la mayoría de las personas que conozco y conocemos están muertas, creen que la muerte no existe o sólo existe para los demás. Por eso en mis poemas está presente la infancia, porque es el tiempo más cercano a la muerte, y no canto a una infancia boba, en donde está ausente el mal, a una infancia idealizada; sé muy bien que la infancia es un estado que debemos alcanzar, una recreación de los sentidos para recibir limpiamente la admiración ante las maravillas del mundo. Nostalgia sí, pero del futuro, de lo que no nos ha pasado pero debería pasarnos”. ( 4)

Teillier explica filosóficamente su pensamiento sobre el tiempo, calificando a este como su enemigo, y un intento de integrarse a la muerte, de la cual tuvo conciencia de muy niño. De manera que el poeta de niño poseía una plena madurez y una visión muy profunda de la vida, además de un grado de preparación y aceptación de la muerte que un niño no logra a racionalizar. Desde ese punto de vista, la muerte tiene continuidad, es decir la eternidad. El poeta declara en una entrevista;” Creo que la angustia fundamental, o la no superada es la angustia de tener que morir. La sentí de niño pero yo la aceptaba como algo natural. En cambio, ahora, me parece antinatural. Una angustia que me vuelve ahora porque hallo que es tan sin sentido vivir como estar muerto. Entonces, no puedo superar esa contradicción. Para un niño es muy fácil morir. Mi hija me decía “murió una compañera de curso y la fueron a sembrar”. Ella veía la muerte como un cuerpo que se deja en la tierra para que florezca. Yo no lo veo así. Pienso como Jacob Bohme, el místico alemán, que dice que “nuestra muerte será la eternidad y la estamos viviendo ahora mismo”. Es decir, nuestra eternidad será nuestra vida eterna pero sin posibilidad de modificarla. Lo que también me parece espantoso porque quiere decir que hay mejorar todo lo malo que tenemos, empezando por descubrirlo. (5) Teillier quería retornar a su infancia, a ser un niño porque él deseaba permanecer en el tiempo por su temor a la muerte, que es algo tan desconocido como repentino, es tan fácil morir y tan difícil vivir. El poeta lo que profundamente buscaba era eternidad y es algo que quizás todos los seres humanos buscamos, cuando vemos que una mujer se tiñe el cabello para cubrir sus canas, y el hombre también por supuesto. Cuando se decide realizar una cirugía plástica en su cuerpo para quitar las arrugas, todo eso es signo de querer volver a ser joven, de no querer que el tiempo y los años sigan pasando hasta envejecer. La eternidad es el estado más próximo a desear una permanencia en el tiempo para ocultar quizás lo único verdadero: “que respiramos y dejamos de respirar”.

AUTOR: Rodrigo Rojas Terán.

BIBLIOGRAFÍA:

(1, 2 Y 5 ).- JORGE TEILLIER. ARQUITECTURA DEL ESCRITOR. HERNÁN ORTEGA PARADA.

(3).- ENSAYO LA TERRIBLE INFANCIA. JORGE TEILLIER.

(4) PRÓLOGO DEL LIBRO MUERTES Y MARAVILLAS. JORGE TEILLIER.