A
propósito de Feral, de Marcelo Ramos
López
Juan
José Podestá
¿Qué significa feral?
Vamos viendo.
Feral (palabra de origen latino) significa fiera, animal salvaje, pero también
significa crueldad, ferocidad, algo sangriento, letal. También se llama feral
al animal que pasa del estado doméstico al salvaje (o nunca ha sido
domesticado), y también se usa para denominar a los niños que han sido
abandonados y fueron criados por bestias. Y también, hay que recordarlo, es el
seudónimo de un desconocido editor anarquista que aún publica sus artículos en
Europa.
Todo ello
significa feral. Y todo ello confluye en el texto de Marcelo Ramos López.
Y hay que
decirlo, Feral es como el combo de un
amigo: duele, pero tiene sus razones. Y vaya que este libro las tiene. Estas
razones tienen que ver con unos versos brutos, bellamente desprolijos, bárbaros
en su factura. Es como si los hubiese escrito un hombre salvaje, un mono de
poto colorado asilvestrado y en celo: un feral, a fin de cuentas. Y qué duda cabe
que Marcelo escribe como una bestia de Tasmania dentro de una joyería (o un
elefante, si nos atenemos al lugar común): nada queda en su sitio, como cuando
dice “El trago terminará por matarte, la risa y algo parecido al cariño / Una
llamada por teléfono en la frontera de un país extranjero / Un poco de
diversión, la trata de blancas, la blanca […]”.
El libro de
Ramos opera por destrucción, con esquirlas incluidas, como esas bombas que los
viejos anarcos lanzaban a los sitios del poder, y que una vez detonadas dejaban
hermosas plazas europeas convertidas en un carrusel de sesos, miembros y
sangre: “Y con la suerte perra que tenemos / no será la última detonación: / A
pocos segundos /comenzarán otras peores. / Una tras otra. / Se ve venir. /
Detonación. / Detonación. / Detonación tras detonación […]”.
Libro para ser
leído en interminables y bestiales
viajes al Perú o Bolivia, en lugares extraños y peligrosos, Feral contiene todo aquello que
desprecian los guardianes de la poesía correcta, e incluso aquellos que
diciendo que no hay que pontificar, pontifican sobre cómo no debe escribirse, y
cómo sí hay que hacerlo.