jueves, 29 de diciembre de 2011

EL EVANGELIO DE LA PUTREFACCIÓN [Necrospectiva II (Cinosargo 2011): Cuentos de gore, de locura y de muerte]

12/29/2011 03:31:00 p. m.



EL EVANGELIO DE LA PUTREFACCIÓN
Necrospectiva II (Cinosargo 2011): Cuentos de gore, de locura y de muerte

Hedor santificado in nomine Patris

La densa atmósfera que satura las páginas de estos relatos está cruzada por el hedor que llena todos los espacios reales e imaginarios y se apropia del lector, invadiéndolo como una plaga de insectos, hasta querer asfixiarle de modo que el suicidio sea su única salida. Obsesiva tendencia que busca en lo nauseabundo, un intersticio para atormentar al lector, hurgando en sus íntimos temores, interpelándolo casi con rabia: “me das pena… me repugnas… mírate… te regocijas con el hedor, te regocijas con la carne”, y en otra parte: “ya te lo dije una y mil veces… perfórate la cabeza, escapa, huye, es la única forma de afrontarlo, la enfermedad poco a poco te consume, la infección se ha apoderado de tu organismo por completo… la degradación de la carne ha comenzado”. El protagonista principal es el cuerpo humano, ese templo sagrado que todos cuidamos y evitamos su ruina, al que buscamos perfeccionarlo a fuerza de prótesis y cirugías, evitar su degradación, inmortalizarlo… el cuerpo es, pues, nuestro último refugio. La degradación de la carne es algo que no quisiéramos siquiera concebir como idea. Sin embargo, este libro nos desafía, nos horroriza, nos somete a un espectáculo grotesco al cual asistimos para ver nuestros cuerpos mutilados como en una escena teatral del Gran Guiñol o una película gore extrema.

El mundo como un inmenso muladar, los cuerpos en descomposición y el hedor como telón de fondo, puede leerse como la simbolización de una realidad decadente que nadie se atreve a descubrir, como el depósito de excrementos que enterramos en el patio trasero o la fosa de cadáveres que algunos gobiernos ocultan; preferimos vivir una realidad encubierta, cómoda y sin sobresaltos; sin embargo, como dice el autor, “la realidad es otra, es algo más bien oscura, bastante triste y también grotesca”. La búsqueda de una realidad más allá de los tabúes que nos autoimponemos, esa parece ser la clave de este libro; todo en él está consagrado a la estética de lo grotesco donde el hedor es como un bálsamo que purifica los cuerpos luego de la descomposición. Desde la cita al final del primer capítulo que dice: “Alimentándome con pedazos de putrefacción, los dientes se desintegran, los dedos de los pies se desprenden, nos arrastramos igual que las lombrices que las ratas y aves comerán…” (Dies Irae, Devil Doll), las escenas se suceden como en un film de serie B: Un tipo que asalta una carnicería para comer carne cruda; otro que se arrastra en el basural hurgando bolsas de comida podrida junto con las ratas, gusanos, cucarachas y moscas; aquél que unta un trozo de pan duro y hongueado con la materia purulenta que chorrea de su brazo, para saborearlo con repugnante placer; éste otro que exclama: “En ocasiones siento el deseo de beber el agua de los frascos que deja la gente en el cementerio” y aquél otro que dice: “La materia purulenta se desprende de mi cuerpo… soy un dios mutante, decadente, un dios preocupado por las cartas de desalojo, de pagar cuentas atrasadas, un dios despreocupado de la vida que ha creado”; son como escenas de gore explícito y visceral. El lenguaje es eminentemente visual, cinematográfico. Uno de los capítulos está dedicado a Albert Fish, el famoso asesino en serie que, según estudios psiquiátricos, fue homosexual, masoquista, voyeurista, coprófago, fetichista, pedófilo, caníbal, sádico… en fin, un tipo que se ufanaba de haber matado a más de cien niños y que antes de morir, exclamó: “qué alegría morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío, el único que todavía no he experimentado”. En personajes siniestros como el viejo Fish o Anatoli Onoprienko uno puede hacerse la idea de cuán endeble es la frontera que nos separa de nuestra naturaleza animal, ese instinto asesino que aflora cuando menos lo esperamos.

También hay otro elemento que planea sobre estos relatos otorgándole un sabor acre, es un fenómeno que yo llamo “aturdimiento”, un malestar generalizado que experimenta el mundo posmoderno, tras el fin de las grandes utopías, y que deviene en desencanto e incertidumbre; esta diáspora existencial busca salidas, atajos, respuestas, pero sólo halla un pozo sin fondo. “Tan sólo soy lo que botó la ola, soy ese huiro maloliente que queda y se quema en la arena” dice uno de los personajes; pero, hay un relato excepcional donde se pone de manifiesto esta cruel desazón, que se puede resumir así: La plata escasea, tienes que mantener a tu vieja que se ha vuelto fanática religiosa, eres un fracasado, no sales de tu pieza, la TV terminó de corroer tu mente, te vuelves loco, destrozas todo, te atrapan e intentan exorcizarte, sacas tu arma y disparas a granel, matas a esos evangélicos de mierda… y yo, mientras camino tratando de no llamar la atención, veo a mi alrededor el producto de todo lo que nos ha dado la TV. ¡La televisión es nuestra alma mater y todos nos debemos a ella!

Por todo el libro desfilan seres frustrados, solitarios, inadaptados, derrotados, viviendo una vida miserable en una sociedad tecnologizada, globalizada, deshumanizada; personajes que habitan espacios marginales y se enfrentan a la realidad con la rabia de un asesino serial. Por ahí se filtra cierta estética que lo acerca al cyberpunk, subgénero que aún mantiene vigencia y que Bruce Sterling ha descrito así: “Cualquier cosa que se le pueda hacer a una rata se le puede hacer a un humano. Y podemos hacer casi cualquier cosa a las ratas. Es duro pensar en esto, pero es la verdad. Esto no cambiará con cubrirnos los ojos. Esto es cyberpunk.” La música y el cine, son dos canales que irrigan cada página de estos cuentos. Sin duda, el soundtrack corre por cuenta de la banda de rock gótico Devil Doll, liderada por un extraño y fascinante personaje que responde al pseudónimo de Mr. Doctor; y el regusto por lo macabro proviene de las obras de Tobe Hooper, Lucio Fulci, Stuart Gordon, Darío Argento, entre otros, maestros del cine de terror, en quienes es posible vislumbrar las huellas de H. P. Lovecraft, el marqués de Sade y Edgar Allan Poe.

A Pablo Espinoza Bardi lo vi por primera vez en un recital efectuado en el Café Zeit de Tacna, recuerdo que, luego de su sádica lectura, una asistente le salió al paso para reprocharle la excesiva carga de violencia contra la mujer que emanaba de su texto… y es que la recepción de su obra siempre hallará resistencia entre ciertos sectores cegados por el tabú y obstinados a la apertura. Entiendo que la actitud de un creador no consiste en complacer determinados gustos, más o menos refinados, sino abrirse camino para aventurarse hacia lo ignoto; la apuesta de Espinoza Bardi transita por un terreno poco explorado en nuestro medio, y me refiero tanto al norte de Chile como al sur del Perú. Siendo así, tiene que ser inevitablemente un escritor solitario que se mueve como “el gusano divinizado que lleva la sabiduría de la carne, el evangelio de la putrefacción”.

Quiero saludar a Pablo Espinoza Bardi, quien, con estos cuentos de gore, de locura y de muerte, ha inscrito su nombre en la galería de los imprescindibles de nuestra generación.


Tacna - 29/Noviembre/2011
Wilmer Kutipa Luque
Editor Revista LETRASÉRTICA

jueves, 22 de diciembre de 2011

Un momento propicio para el exilio, de Marcelo Guajardo Thomas: en torno a una posible religiosidad

12/22/2011 12:32:00 p. m.

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Un momento propicio para el exilio, de Marcelo Guajardo Thomas: en torno a una posible religiosidad

La conciencia de lo primordial, aquello que sólo al artista le puede ser revelado, lo pone de frente a esa sociabilidad que la humanidad ha construido sobre la ceguera. La inaudita violencia del aparecer en el mundo –de la cual el trauma del nacimiento es tan sólo una de las imágenes posibles, esa luz que traspasa los párpados-, la incomprensible necesidad de todo esto que tenemos al frente, inabordable por nuestras lógicas y débiles certezas, ha forzado a la humanidad a sucesivas e impotentes instancias de generar sentido -de religar, aunque sea con falacias, los puentes rotos entre el ser humano y el mundo. Mas el artista sabe que detrás de todo esto se esconde un fondo inefable e ineludible, y este desengaño profundo representa su marca más definitiva.

Ya se está en un exilio, entonces. Este deseo de situarse en un radical más allá, es lo que me parece que revela desde su título Un momento propicio para el exilio, un libro que los que admirábamos la poesía de Marcelo Guajardo Thomas estábamos hacía ya tiempo esperando. Con un poder de generación de imágenes poéticas absolutamente excepcional dentro de nuestra nueva literatura, que puede pasar desde la sencillez más clara hasta complejas construcciones de sentido, Marcelo no ha temido un paso que pocos practican en nuestro país –absolutamente obsesionado con lo contingente-: el plantearse las preguntas esenciales del sentido del ser y la vitalidad, desde un mundo opacado por una racionalidad técnica con pretensión de muerte.

* * * * *

Antes de la posibilidad humana podría estar su fundamento. Desde el libro se puede hablar de una animalidad que aspira a dar cuenta de ese fundamento, con la plena conciencia de la permanente presencia de este antes. Pero este antes no se puede enfrentar desde un modo cualquiera de arqueología (una ciencia que suponga un observador frío y compuesto), sino desde una forma superior de conocimiento: ese ciego abrazar sin conciencia que surge en la mística y la más alta actividad poética, que es casi una forma excelsa de compasión para con la materia, y que no deja de erosionar cualquier integridad de un sujeto.

Tal animalidad en el libro se aparta entonces decididamente de un sencillo bestiario visto de lejos y teñido de una racionalidad superior y fabuladora, sino de la conciencia de una ética radical y mitopoética. La conciencia desgarrada es la que debe ceder paso a un más allá de la conciencia, y por ello el dolor se hace indispensable; un dolor como el del nacimiento, que sabe no ser una mera sensación nerviosa, sino signo externo de una conmoción trascendente.

antes de dios

la palabra emerge

de la lengua del animal

una esfera de arcilla enquistada

en el abismo de la placenta

(de Antes del hombre, la ciudad y el animal)

Civilidad

arde en medio de la caverna

el incontenible sol de la barbarie

arde en la hoguera

el semen de la barbarie

nombrado en las aldeas

en la jauría

Es notoria una conmoción que se acerca al terror en estos textos, pertenecientes a El dolor de los enjambres, la primera sección del libro. La investigación parece detenerse, como crispada, ante la omnipresencia de la muerte, del impulso de muerte. La construcción del verso, incluso, parece a veces tartamudear, como expresando en el silencio las palabras imposibles.

Ante la revelación de la naturaleza, no resulta extraño que el mismo poeta adquiera un carácter monstruoso. Ya puede darse cuenta de la presencia de esa naturaleza ciega en sí mismo, al tiempo que es también consciente de estar un paso más acá del abismo de sentido que no deja de mostrarse ante él. Y lejos de la figura del albatros baudelariano, Marcelo escoge la de Joseph Merrick, el hombre elefante, como imagen del poeta moderno. El dolor de la evidencia de su involución es palpable:

Día 6

imito el aullido de cacería de los lobos

las deformidades me dan el aspecto de la fiera

que rompe a dentelladas el cántaro y su lengua.

Este aislamiento radical que le impone la visión –el terror alienado de quien ha presenciado este trasfondo bestial e inefable- produce naturalmente la aristocracia impostada del poeta moderno. Ante la degradación del mundo construido por la humanidad, resulta natural para esta criatura deformada –emparentada con Nietzsche y Baudelaire- que todo aquello por lo que subsiste tendrá indeleble la marca monstruosa, mientras encierra en sí la absoluta conciencia de su trascendencia. Se podría elegir dejar tal desgarro de lado, sin embargo, Marcelo es capaz de dar cuenta de tal quiebre, asumiendo su labor como una paródica mediación, una religiosidad de segundo orden.

Día 9

he construido y reconstruido

una réplica del templo

por asco y compasión.

Tal compasión es un ingrediente fundamental en el libro. Pero no es exactamente la voluntad emocional, en que no es poco común una evidente mala conciencia, de la compasión cristiana de misa de domingo, sino algo muchísimo más fundamental, que toca hasta la condición del ser. Se trata de una religiosidad en el sentido más profundo, pero traspasada por la crisis del sujeto creador.

En vez de la sencilla piedad hacia el débil, esta compasión se revela como una empatía con el todo, en que el dolor y la muerte son asumidos como necesarios. Así, puede aparecer sin problemas devenida en su opuesto, en el Prólogo con respecto a la religión, de la sección La jauría revelada.

Lo que adoramos y lo que no de un señor

colgado en la madera

Si encontramos en nuestra casa a un señor desnu­do que agoniza colgado en la madera, seguramente no seríamos tan benevolentes ni piadosos. Es muy probable que en medio de nuestra perplejidad, mez­clada con asco, adelantemos su muerte colgándonos de sus rodillas presionando sus pulmones hasta re­ventarlos, causando un certero y profundo instante de dolor

¿cómo librarnos de esta peste multitudinaria?

el gemido de un quirquincho que pasea por la casa a la hora de la comida, los gritos de dolor de un hom­bre que agoniza colgado en la madera.

* * * * *

En La jauría revelada, Marcelo presenta la figura de Hernán Olguín. Esta figura, síntesis de observador científico y pedagogo, se presenta como uno de los “héroes” que, desde uno de los prólogos de la sección, se suponen necesarios para la modernidad de un país como Chile –preparado para cenar mientras Calibán, latinoamericano raquítico, debe alimentarse de sí mismo. Es imposible no recordar el sello generacional que supone esta figura: la divulgación –vulgarización- del conocimiento, que implicaba una permanente loa a la modernidad científica, se daba dentro de un contexto de un sistema político degradado y una falta de respeto institucional por la vida humana –y no me refiero sólo a que fuese quitada la vida, sino a todo lo que implica la expresión, desde el sentido más profundo hasta el más cotidiano, desde la economía hasta la sociabilidad.

No es extraño, entonces, que se presente la proliferación de la imagen de televisores –que se conforman como alimento, como mediaciones absolutas de los sujetos, como posibilidades paródicas de religiosidad, etc..

Olguín flota en el limbo el limbo es un televisor a color el cielo y el infierno son televisores a color. Her­nán Olguín introduce un micrófono de metal en la boca de Dios.

El contexto de los poemas es el espacio sideral, y la indeterminación de situación que esto supone produce naturalmente la visión de una mística grotesca. Pero esta mística resulta un reflejo paródico y degradado: lo que la mueve es la proliferación incontrolada de la racionalidad técnica, cuantificadora.

Hernán Olguín se reproduce sin necesidad de otro Olguín sexuado. Hernán Olguín es hermafrodita, es la madre de todos los Olguines.

En la siguiente sección, 37 mujeres calvas, esta proliferación se plantea desde la misma construcción del texto. Aplicando un objetivismo a ultranza, bajo el procedimiento de reordenamiento de elementos, esta racionalidad es llevada a su límite. Las mujeres devienen objetos en juego, signos vacíos. En este mundo degradado, el dolor y el desgarro en la visión del creador se hacen evidentes, sacando al texto de una experimentación puramente lúdica hacia una conciencia abismal. Esto es notorio en el poema Las repulsivas visiones barrocas de su dolor pegado a las cuencas de los ojos.

Tal desgarro se hace más pleno de sentido desde la situación de marginalidad que supone estar más acá de la Gran Historia del mundo. El ser latinoamericano y, lo que es más, ser chileno, se pone en una crisis dramática.

iv

El descrédito de los papiones proviene

de su pequeño y absurdo lenguaje latinoamericano

de señas indescifrables y gritos

Apenas se comunican estas criaturas

rudimentarias y subnormales

Apenas gritan en medio de las bibliotecas

colgados del cielo raso y las lámparas de carey

en mitad de la noche de Chile.

En que no se refiere tan sólo a un juicio histórico sobre un mundo degradado, sino además a la violencia del desgarro entre la utopía iluminista (la biblioteca) y la humanidad degradada de la era de la técnica. El artista ve en esa sociabilidad degradada la muestra del fracaso de los proyectos iluministas (cfr. Cochrane).

En la sección Persa, esta humanidad degradada se expresa a través de la descripción del mundo de las mercancías, en que los mismos seres humanos –desde su misma figuración en la construcción del texto- terminan formando parte de procesos fríos de circulación que se ven reflejados en el mismo tono frío de tal descripción. En el poema Compra y venta de máquinas Singer, por ejemplo, las mismas singeristas se hacen parte carnal del proceso al unir su piel con sus máquinas.

La sección Víctor Sarmiento comprende el tedio vuelve los ojos hacia el sujeto con una agudeza fundamental. El tedio, acá, se levanta como un estado metafísico, bien comentado por el epígrafe del poeta norteamericano Forrest Gander:

To say: I have lost the consolation of faith

though not the ambition to worship,

to stand where the crossing happens

Forrest Gander

Esta religiosidad, lejos de dar vida, da al sujeto la real conciencia de su desgarro interior –la muerte, el dolor, el abandono, la podredumbre están ya presentes en él antes de la sensación o el hecho. El desgarro se muestra como la constitución misma de este sujeto. Como contrapartida, la aparición de la “vida real” es tan lejana y está tan mediada como los cambios en la política gubernamental descritos en el diario del día o la edición en inglés de Latin American Trade. Ya que como rezan los versos finales,

Luego del habla

el grito vencido de la carroña.

En Cinco comarcas y Máfil, el ejercicio de autoconciencia se hace aun más profundo –la escisión se hace total y se traduce en una intensa vivencia estética, en el pleno sentido griego del término. Por ello, el objetivismo puede maridarse con el más intenso vitalismo a un nivel que roza la mística: en este caso, una mística de la percepción, en que la tartamudez de lo inefable no queda afuera. En este sentido, la cercanía a los modos clásicos de la poesía japonesa responde a una íntima certeza en la unidad del mundo, un religar.

Todo cuanto ha hecho la fuga. El acopio. El brote de la mandíbula. El abismo que marcha. El follaje hambriento. El río.

Todo cuanto ha hecho la fuga. Abandonarnos en la caverna de Tiresias. Sin habla. Palpando.

En Pucara, se realiza la entrada de la memoria personal, en forma de retazos que intensifican la poderosa tensión expresiva. El signo de la tragedia no deja de presentarse, entregando a la sección el carácter primordial, de formación de mitos, que el camino ya recorrido impone al autor. Hay sombras de una ritualidad primitiva, apelativa al Origen, que sabe enhebrarse con una religiosidad campesina, temerosa y oscura –la amenaza de muerte del Tue Tue no deja en ningún momento la densa escritura de esta sección.

Desde ese Origen, como una posible reconciliación, es el arte poético el llamado a reconciliar el mundo. Si bien se reconoce la alteridad, se puede revivir un vínculo posible con ese otro radical en el seno de la obra poética, parcialmente al menos. Muestras de absoluta madurez en este sentido son las últimas secciones del libro, Los delicados valles de la modernidad (con una amplia variedad de formas, procedimientos y poéticas, incluyendo la ironía lúdica), la prosa poética concentrada y dotada de un equilibrio preciso de Cocaví y el despliegue concentrado de Nuevas impresiones del litoral.

Un momento preciso para el exilio resulta sin duda uno de los libros de poesía más contundentes y significativos de nuestro momento actual. No me resulta exagerado hablar de una maestría en el oficio de Marcelo, absolutamente sobresaliente en la configuración de un mundo poético complejo, que desde la elaboración de la imagen poética sabe no excluir una permanente reflexión ética que llega hasta a problematizar la religiosidad o nuestra posibilidad de ser nación –como chilenos o como latinoamericanos. Resulta asimismo una plena resituación de una actitud generacional –ya que me disgusta hablar de una generación de los 90-: una voluntad literaria que supo plantearse la problemática de la propia situación del creador antes de entregarse ciegamente a la experimentación o a abordar la contingencia social y política.

Sin duda la editorial gana también un reconocimiento: éste era un libro esperado desde hacía tiempo, tal como Materias de libre competencia y regulación de Andrés Florit. Es de esperar que no sólo en el plano nacional, sino más allá de nuestras fronteras, estos libros sean una buena noticia.


Carlos Henrickson

http://henricksonbajofuego.blogspot.com/



lunes, 19 de diciembre de 2011

EL OLIVAR, de Chiri Moyano: un vistazo hacia una realidad plena

12/19/2011 06:18:00 p. m.

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EL OLIVAR, de Chiri Moyano: un vistazo hacia una realidad plena

Detrás de nuestra cultura que separa el cuerpo de algo que llaman espíritu –con lo cual de inmediato entre el hombre y el mundo se abre una herida abierta-, estuvo alguna vez esa otra insistente certeza: la vida no es una línea, sino un flujo continuo, el hombre no puede ser separado de su animalidad y de sus actividades “inferiores”, su corporalidad cambiante y, a ratos, violenta. Bajtin le llamaría “lo grotesco”, la representación del cuerpo que, antes de la Modernidad, tendía a ir más allá de sus límites y determinantes, que se ensambla al mundo, que no logra justificarse a sí mismo.

Nuestras sociedades construidas a medias tienen aún lugares desde los cuales podemos pensar en esta conciencia del cuerpo. Podría pensar en Quebrada Alvarado como tal lugar, y a Chiri Moyano como su testigo, el profeta de un mundo primordial. Como Rabelais, no puede mirar el mundo desde su Olivar como si fuera un objeto muerto y separado: Moyano se asume como un testigo presencial de una realidad viviente, que muta y lo asume a él dentro de ella:

Ha quedado el esqueleto de un río

en medio del olivar

y con el tiempo

las piedras empezaron a enterrarse

entonces brotaron flores

con colores e himnos anarquistas

y pintó la aceituna en el árbol

y las comió el tordo

y las comió mi madre

y de ahí nosotros amamantamos

y somos lo que somos

No es otra cosa lo que me dicen esas patas pelá’s de toda una familia que trabaja y mantiene a su tierra sin venderla desde el abuelo hasta ahora: vemos, no el anhelo o el delirio –lo que obviamente abriría esa escisión radical que hemos dado en llamar romanticismo desde Hölderlin-, sino la comunión cotidiana y efectiva, que no admite la traición a la propia naturaleza que constituiría el asumirse como un hombre que se crea y se define sólo desde sí mismo. Si es que podemos pensar en un privilegio de aquél que puede ver esto y expresarlo -el artista-, no es sino su condición de despegarse de la tierra. Pero ¿despegarse es separarse? Leo:

El silencio negro de estos olivos

son sueños donde suele aparecer

un niño llorando violado

… (que más tarde se ahorca

en una mata de olivo).

Y pájaros

que cagan, comen y cantan.

La muerte del niño fantasmal es un despegarse del suelo en la horca del olivo, pero como una definida contraparte la visión de los pájaros no tarda en aparecer. No son incorpóreos: están vinculados en su ser, físicamente, con el olivar, y tan sólo su tercer atributo es el canto. Por lo demás, en este texto no vemos a los pájaros volar, ya que al conocer el libro íntegro, uno se da cuenta de que las alas y el volar –la dirección ascendente- son tan centrales que ni siquiera hace falta recalcar su presencia de manera obvia.

Este despegarse del suelo es condición esencial, fundado en la vida y no en la desaparición o la muerte, para la existencia de la obra artística. La muerte no existe en esta poética –la desaparición no es ni siquiera una metamorfosis, sino un desplazamiento hacia arriba, como vemos en el poema dedicado a la poeta Axa Lillo:

Cuando la piedra se enferma

y se envenena

y se encrespa como un caracol pisoteado

saca gritos urgentes de auxilio vomitando

pedazos de vidrios agridulces

y fotos de infancia

para echarse a volar cantando

como una enredadera arañando por las paredes.

El vuelo será inseparable del canto, incluso si la imagen elegida no sea la de un ser alado, sino la de la enredadera sobre las paredes, mucho más contundente –que desde ya, si implica un atributo claro es el preciso opuesto del desasirse que representa el ave, emblema del poeta clásico: implica el asirse, casi como expresión de persistencia en la memoria.

Ya que el vuelo no solamente define al artista: define además un modo de habitar en que es posible el sentido de trascendencia como cotidianeidad. Nada más claro que el primer poema de la sección El Olivar, que presenta las noches en el olivar marcadas por la decidida persistencia de la imagen de las alas: todo con alas. Este lugar se presenta definitivamente marcado por esa dirección ascendente, en cuya ruta el artista –ser que vuela- no puede dejar de cruzarse para darle y darse sentido.

En lo formal, el libro de Moyano sabe dar cuenta de esta visión integral. La relación que establecía con Rabelais se ve claramente cuando nos encontramos con el cuerpo, los desechos y las partes privadas del autor, vistos de frente y con las palabras fuertes y precisas para saber aspirar en los textos a una totalidad, más que en un detalle gracioso, por más que se examine lúdicamente en los poemas Sin título de la sección Rezos. En este sentido, está lejos de ser una poética amable: como dice en Epitafio,

La poesía

no es sólo un abanico

de color de rosas

también es una daga

que corta orejas largas

y feas.

Ya que el mundo que retrata, si bien está pleno de humanidad, no deja de ser ese mundo sin Dios del pensamiento moderno, tal como con cierto grado de ironía deja ver en Rezos, y con bastante menos sentido del humor en otros poemas de la primera parte del libro, como en el sentido e intenso Cara de barro o Hay un desencanto en el aire. Veo la naturaleza, interior y exterior, profundamente humanizada, cruel, sabia, ciega o tierna según ande el paso del tiempo, que ha desterrado a Dios a la inexistencia por falta de necesidad, esa naturaleza cotidiana y alcanzable pero incomprensible al mismo tiempo, en la anciana que hace fuego para pasar Agosto del poema V de El Olivar; y no me deja de parecer que todos los caracteres que presenta el libro forman parte de la misma familia. Ya que esto me da el sentido de la familia de Moyano como una imagen de la totalidad análoga al mundo natural, trayéndonos a esa imagen de familia y a su trabajado olivar como apariciones primordiales, símbolos de una reconciliación posible y presente del hombre con el mundo, una religiosidad activa y cotidiana. Ante esto, los poetas no pueden ser sino una metáfora que no se puede mantener en pie ante tal plenitud de realidad: una bolsa de caca tirada en la vereda, momento preciso para que aparezca, aquí sí, una imagen urbana indicadora de decadencia y despojo.

Desde la cotidianeidad desgarradora de la sección Dos animales que se aman en tiempos difíciles hasta la cosmogonía alucinada de la última sección, El Olivar, Moyano muestra con este libro su paso hacia la universalidad que esperamos desde este lado de la vida, en que la ciudad nos enseña paso a paso el desarraigo y la escisión como modos de vivir y habitar un mundo por siempre ajeno, que nosotros no dudamos en vender al primer postor. Un libro, en este sentido, necesario, que es capaz de transmitirnos esa conmoción de toda poesía legítima, no podía llegar en mejor momento.

martes, 13 de diciembre de 2011

Después de Parra, ¿qué? [por Rolando Gabrielli]

12/13/2011 07:19:00 p. m.

Volvamos a la escena del crimen. Hace algunas dècadas debieron otorgarle el Premio Cervantes a Nicanor Parra. Los lauros tienen su historia. Borges no recibió el Nobel y debió compartir el Cervantes contra los reglamentos del propio certamen
. Su compañero de lauro, el poeta Gerardo Diego, pagó las consecuencias años después en 1984 cuando se encontró con el autor de Ficciones y éste lo ignorò. Borges soy Gerardo. Borges no contestó. Soy Gerardo Diego, insistió. Y Borges desde lo màs hondo del sarcasmo y la ironía borgeana le respondió. ¿Es Gerardo o es Diego? Cosas veredes, Sancho, en la tierra del Quijote.
Una anécdota en la ruleta de los premios que a veces consagran la mala leche de un jurado o su silencio feroz, que es la misma antesala de un supuesto olvido.
Parra decidió hace años esperar la gloria o el juicio final de la poesía chilena entre Cartagena e Isla Negra, en la plácida y benigna zona costera de Las Cruces. La primera gran contradicción de Parra frente a P.Neruda, fue gritar a los cuatro vientos: Viva la cordillera de los Andes/muera la cordillera de la costa, donde vivía el autor de las Residencias y ahora alli reside Nicanor, esperando ser el mejor poeta de Isla Negra. Ha reconocido pública y privadamente, que siempre Neruda fue un problema para él y que allí está el origen de la antipoesía. Todo esto y màs, es ya conocido y reiterativo, forma parte del repertorio parriano. Lo que no deja de sorprender es la obsesión por Neruda, es un verdadero longplay a lo largo de màs de medio siglo, y Parra tal vez desconozca que a Borges le sucedía lo mismo.
En Borges, la bitàcora que escribió su amigo Adolfo Bioy Casares, hay varias referencias al poeta chileno. La última es del 7 de marzo de 1984. Neruda ya había muerto hacía casi 11 años. "Veo a Borges, dice Bioy, en la televisiòn, en diálogo con Antonio Carrizo. Desafía a Carrizo a recordar un buen verso de Neruda." De paso censura a Quiroga, Arlt, la Mistral. Las referencias a Neruda son diversas y denotan, cuando menos, una curiosa ocupación por el quehacer poético del colega trasandino. Curiosamente Borges también dijo de Parra cuando le preguntaron por él, que nombre tan feo, como alguien se puede llamar así. Parra le dedica un poema irónico a Borges.
Quédate con tu borges .
él te ofrece el recuerdo de una flor amarilla
vista al anochecer
años antes que tú nacieras
interesante puchas qué interesante
en cambio yo no te prometo nada
ni dinero ni sexo ni poesía
un yogur es lo + que podría ofrecerte.
Poesía cotidiana, coloquial, popular, antipoesía, para algunos lenguaje simple, directo, una suerte de democratización del poema, pero recuerdo que Parra me decía que el creía en un hablante piscológico de cinco pisos. Y pienso que allì está su mejor poesía, aunque no se puede diseccionar a un poeta, su obra por parte como si se fuera a rellenar un pavo. Aunque es inevitable. Ahora que Parra lleva desde 1973 haciendo sombra con Neruda en solitario, su obra y todo lo que le rodea y que prácticamente ha quedado solo con la muerte de otro referente y adversario en su tiempo, Gonzalo Rojas, es muy poco lo que podemos esperar. Su discurso para el 23 de abril, puede ser una pieza antológica o un gran chiste. Me inclino, porque en medio de la humildad, y circunstancias fijará posiciones dentro de la poesía.
Se comenta que es el último grande, es probable, en la tradición chilena de la poesía innovadora y también del poeta tribuna, aunque Parra se ha retirado aparentemente, pero sus dardos están ahì.
Dice, Parra, que no escribe, que copia lo que dicen los niños, lo que lee en los muros y caminos, toma apunte sobre las voces que llegan a sus oídos endecasilábicos.
Gonzalo Millán, uno de los poetas más originales de Chile, desaparecido tempranamente, poeta mudo, según Enrique Lihn, dijo que no se puede escribir como habla la gente. En una entrevista del 2006 a Javier García del diario La Nación, (a menos de 50 días de su muerte) Millán se refiere al tema de la antipoesía al cual se le solía vincular: "–Creo que la antipoesía está rodeada de muchos mitos. Hay una visión de que las cosas ocurren en sucesión, pero cuando leía a Nicanor Parra, también leía a Pablo de Rokha. En general, me atraían las imágenes disonantes, no tanto el lenguaje coloquial. En ese tiempo me interesaba Armando Uribe más que Parra, porque en Uribe había un trabajo con el verso, y a través de él llegabas a Ezra Pound y Wallace Stevens. En cambio, la antipoesía se hace pasar por poesía espontánea, porque aunque Parra quiere que escribamos como hablamos, eso nunca se logra. La poesía no se encuentra tirada en la calle ni es inspiración, sino que se construye".
Millán ha sido indiscutiblemente un constructor tenaz de poesía, un poeta que asumió la palabra y la vida, y su ojo se detuvo espaciosamente en todo, con morosidad y la yema casi inflamada de sus dedos, habla de sus días azarosos, intermitentes frente a la página en blanco, sus eternos desvelos. En esa contra-corriente del trabajo con el lenguaje y distanciándose del facilismo poético, veo a Uribe, Rubio, Hahn, Silva Acevedo, Waldo Rojas, Welden, por citar a algunos muy conocidos, aunque màs atrás, Gonzalo Rojas, Lihn y Teillier, se clasifican en esta apuesta de "trabajar la poesía" como si todo estuviera escrito. Una labor de topos en una topografía difícil como es la geografía y escritura chilena, por su riqueza, complejidad y abundancia de poetas.
Parra trabajó en ese mismo orden, buscando, ensayo y error, escribiendo en el día a día, me consta, lo veía rascarse la cabeza frente a sus cuadernos cuadriculados, haciendo apuntes, rayando, verdaderas ecuaciones, explicándose a sí mismo como frente a un pizarrón, "por dónde va la cosa". El profesor Parra se preguntaba hacia dónde iba la poesía y su tarea era encontrarle la quinta pata al gato. Hace muchos años que Nicanor Parra puso sus cartas sobre la mesa. Ya no hay gato encerrado, como diría el propio antipoeta. Trazado dejò un camino, pero una ruta se bifurca en otros senderos y surgen nuevos caminos.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Gran nvitaciÓn para el viernes 01: LANZAMIENTO del libro CHILE de Angela Barraza Risso + LDDS (Cajales, Moreira, Villena, Gambarotta)‏

12/01/2011 12:41:00 p. m.

Primero: a las 19:30 horas presentamos un nuevo título del catálogo de FUGA con el lanzamiento del libro CHILE de Angela Barraza Risso

CHILE 1 LANZAMIENTO STGO

La reunión es en Balmaceda Arte Joven, ubicado en la Avenida Balmaceda #1215, Metro Cal & Canto.

Habrá vino de honor, palabrotas antioficiales y rock.

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Luego de eso salimos al aire con una nueva sesión de LDDS con cuatro invitados de lujo:

Cristiano Moreira (Brasil)

Marcelo Villena (Bolivia)

Martín Gambarotta (Argentina)

Priscila Cajales (Chile)

como siempre desde nuestro rincón de poesía en el tercer piso del BAR ESTACION TERMINAL que está ahí en la esquina de Ramón Carnicer y Tomás Andrews, a pasos del metro Parque Bustamante.

ambas actividades saldrán en vivo & en directo para todo el mundo a través de nuestra plataforma web en http://livestream.com/editorialfuga

ldds02DICIEMBREliv

Acompáñanos en esta noche enorme de poesía

abrazo a todos

difunde/asiste/lee/sigue en FUGA

FUGA 2011-12 a fuego